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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Ya no pudo levantarse. Cuando despertó de su aturdimiento se confesó que estaba vencido. El mundo se le ofreció entonces claramente como su propia representación. Todo lo que existe no existe más que por el pensamiento. El filósofo de Koenisberg no quiso sacar esta consecuencia; pero estaba bien clara; no había otra posible para sus terribles premisas.
Así que me levanté y desperté del aturdimiento en que el golpe me había sumido, fue mi primer cuidado, urgar en los cajones de una vieja escribanía, en busca de una llave igual a la que había hecho desaparecer el cura. Mis pesquisas no duraron mucho; después de dos o tres infructuosas experiencias di con lo que buscaba.
Hablaba con los conocidos, sonriendo a todo el mundo con su especial modestia, que le hacía más extraño que simpático en una sociedad donde los modales fríos y levemente desdeñosos son signo de elevación y grandeza. Vivía el joven entomólogo, desde hacía tiempo, en un delicioso aturdimiento, una especie de sueño de oro, como algunas veces suelen tenerlos las personas de condición más humilde.
Lo que era una catarata de mala crianza, según doña Paula, la madre del Provisor, que nunca había querido pagarle las visitas. Pero catarata, cascada, torbellino, todo lo era con cuenta y razón. Su aturdimiento era obra de un estudio profundo y minucioso: se aturdía mientras su ojo avizor buscaba la presa... algún dije, una golosina, cualquier cosa menos dinero.
Dijo esto último sonriendo con tal hombría de bien, que Maximiliano se llenó de confusiones. No sabía qué contestar, y sentía que se le apretaba la garganta. Despidiose D. Evaristo, dejando al pobre chico en tal grado de aturdimiento, que durante muchos días hubo de revolver en su mente indigestada los dejos de aquel coloquio que tuvo con el respetable anciano, en una noche fría del mes de Marzo.
Tenemos casa para alojar dos familias numerosas... ¿Y dónde está ese niño? Quiero verle añadió con su franqueza y aturdimiento habituales. Clara hizo traer a su hijo. El marquesito le alzó entre sus manos de gigante y le zarandeó un rato con no poca alegría del infante, que soltaba carcajadas y se agarraba a sus orejas con igual confianza que a las de Fidel.
En el aturdimiento de su gloria había olvidado que los de la banda estaban furiosos contra Ojeda, y a última hora, con la insolencia que da el vino, eran capaces de provocar una escena violenta. Hasta mañana; le contaré lo que ocurra... No tema que esta noche vaya, como las otras, a golpear el camarote misterioso. Eso se acabó... Por cierto que el hombre lúgubre no se ha dejado ver en todo el día.
Gallardo sentíase turbado por la presencia de la señora. ¡Qué mujer! ¿Qué iba a decirla?... Vio que ella le tendía la mano, una mano fina que olía a gloria; y en la precipitación del aturdimiento, sólo supo apretarla con su manaza que derribaba fieras.
Capítulo XVI Anagnórisis ¡Hosanna, hosanna! A principios de febrero, Joaquín visitó una tarde a Isidora para anunciarle que la señora marquesa de Aransis había llegado de Córdoba y deseaba verla. El regocijo que esta nueva produjo en Isidora la dejó alelada por breve rato, y en su aturdimiento no hacía más que contemplar al mensajero y recrearse en su belleza.
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