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Actualizado: 19 de julio de 2025
En su vida y sus obras parece darse inacabablemente el aturdimiento que causa en la primera juventud el exceso de ingobernadas fuerzas. Como hombre y poeta no sale nunca de los diez y siete años. Conforme nos van siendo mejor conocidas, mayor asombro producen en nosotros las numerosas y fuertes dotes de su espíritu.
El aturdimiento, el vértigo mental de Doña Paca fueron tan grandes, que su alegría se trocó súbitamente en tristeza, y dio en creer que cuanto decían allí era ilusión de sus oídos; ficticios los seres con quienes hablaba, y mentira todo, empezando por la herencia. Temía un despertar lúgubre.
¿Yo?... ¿que le explique yo?... repuso la fundadora con cierto aturdimiento . Hay en el corazón misterios muy grandes, y en lo que toca a la simpatía, misterios de misterios... ¡Pobre mujer! Y si viera usted qué guapa era cuando polla. Se crió en casa de mis padres. ¡Lástima de chica! Su perfil elegante, la mirada, la expresión, eran de lo poco que se ve.
De repente, un grito... un alarido... una voz como sólo puede emitirla un cuerpo al que se le escapan las fuerzas. Y doña Luisa entró á tiempo para sostener á su marido, que se venía al suelo. El senador se excusaba, confuso, ante los muebles, ante las paredes, volviendo la espalda en su aturdimiento al cabizbajo René, que era el único que podía oirle.
Pasé allí diez minutos, sin lograr reponerme de mi aturdimiento, y abrumado al fin por el peso del ridículo balbuceé algunas excusas y me retiré acompañado por las carcajadas de Florencia que no pudo contener la hilaridad al ofrecerme su casa. ¿Y a qué viene el recordar ahora tales cosas?
Dicho lo que antecede, se limpió las lágrimas con mano temblorosa, y pensó en tomar las resoluciones de orden práctico que las circunstancias exigían. «Dirnos, dirnos replicó Almudena cogiéndola del brazo. ¿A dónde? dijo Nina con aturdimiento . ¡Ah! lo primero a casa de D. Romualdo». Y al pronunciar este nombre se quedó un instante lela, enteramente idiota. «R'maldo mentira declaró el ciego.
En medio del aturdimiento consiguiente á la escena en que acababa de ser actor, don Silvestre, al marcharse, en lugar de salir por donde entró, se fué hacia la sala de los billares: su acompañante, que temía otro escándalo, le llamó; pero ya era tarde.
Quitando primero la despabiladera que señalaba la página, tomó de encima de la mesa un cuaderno manuscrito. Luego sentose junto al velón, calose las gafas y comenzó la lectura de su apología peripatética. Ramiro no pudo disimular su aturdimiento. Su semblante denotaba a las claras el vértigo. No os importe le dijo el canónigo al terminar si de esta primera vez no cogisteis el sentido.
El señor será bastante amable de dispensarme... protestó la fondista, despedazando sin compasión, en su aturdimiento, la sintaxis castellana . Yo me rehúso a lo que el señor propone, yo soy verdaderamente desolada, pero esto, no se hace, esto no se hizo jamás en nuestras casas.... Sería una falta, una grave falta, Monsieur Artegui tendría razón de quejarse.... Yo demando bien perdón al señor....
¿Perfectas? ¡Qué loco es usted! ¿Y qué ha dicho usted de flaquezas? ¿Llama usted flaquezas á la verdad de nuestra naturaleza, que se manifiestan como Dios las ha criado? El aturdimiento del joven no tuvo límites. Aspirar á hacer la felicidad continuó ella de muchos seres por el amor y los lazos de la familia, ¿es eso lo que usted llama flaquezas? No, señora; eso no. ¡Oh!
Palabra del Dia
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