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Actualizado: 14 de julio de 2025


Usted bien lo sabe, pero no quiere decirlo. ¿No es verdad que una niña bien educada no haría lo que yo hice esta noche?... ¡Si lo supiesen mis primas, que están deseando siempre cogerme en alguna falta!... Pero no piense V..., por Dios, que lo he hecho con mala intención... Yo soy muy aturdida... todo el mundo lo dice... pero también dicen que tengo buen fondo.

Era necesario echarle agua a la cara para hacerle volver en si, pero el agua estaba lejos. ¿Iría corriendo hacia casa hasta encontrar a alguna persona que le socorriese? Apenas brotó esta idea en su mente aturdida la desechó con horror. No, no podía dejar a su prometido solo y privado de sentido en medio del campo.

Aquellas mujeres me tomaron medidas, y tres días después me llevaron ricos vestidos y muchos trajes de dama, y de dama principal; por otra parte, don Hugo me llevó joyas. Cuando me vistieron, cuando me engalanaron, don Hugo exclamó enamorado: ¡Es un sol! Yo estaba aturdida, me miraba en un espejo, y no me conocía; me parecía que mi hermosura había crecido. La felicidad me hacía sufrir.

Gustavo tuvo espacio y ocasión para decir todo, todo lo que bullía en su mente desde hacía algunos meses sin que la dama encontrase motivo para enojarse. El tiempo transcurría, la charla fue haciéndose cada vez más íntima. Elena, un poco aturdida, se iba dejando arrastrar a las confidencias.

Pero, en el mismo instante, resbalé y caí en un hoyo obscuro, tan profundo como para sepultar a un hombre, arrastrando conmigo algunas piedras que se desprendieron y rodaron. ¡Por el amor de Dios, no te muevas! De lo contrario caerás todavía más abajo. Medio aturdida, me apoyé en las paredes del foso.

Estaba en sus brazos sin saber lo que hacía y sin pensar en lo que me decía Juana, á la que escuchaba aturdida sin otra sensación que la del agrado que producen las muestras de cariño después de una agresión brutal y de la espera indefinida de un amante infiel... Pasaba el tiempo y yo perdía la esperanza de verte volver.

Fui sencillamente vestida, con un traje de lanilla gris sin adornos; pero como soy tan aturdida, se me olvidó quitarme de las orejas estos solitarios; llevé un saquillo de mano con guarniciones de plata, paraguas con puño de oro; en fin, no había más que verme para comprender que no les iba a pedir nada.

Pocos minutos después, hallábame en el tren, sentada frente a mi tío, completamente desorientada y aturdida por el movimiento del tráfico y por la novedad de mi posición. Así que me repuse algo, examiné al señor de Pavol. Mi tío, de altura mediana, bien formado, de espaldas anchas, manos gruesas, coloradotas y poco cuidadas, no ofrecía a primera vista un aspecto aristocrático.

El Padre Urtazu no diría, de seguro, otra cosa. ¡Y tan infelices como son! ¡Madre mía del Rosario! Inclinó la niña la pensativa frente, y quedose anodada, aturdida por el golpe repentino. El sentimiento religioso, dormido hasta entonces, con todos los demás, en el fondo de su alma plácida y serena, despertábase potente al impensado choque.

Que pide a usted perdón por venir a sorprenderla de este modo; pero esta aturdida de Eva, mi más querida amiga, tenía empeño en serle a usted presentada. Mucho apoyó claramente la aludida; me han dicho muchas veces que me parecía a la tía Liette, e ignoraba si esto era un cumplimiento... Veo que lo es.

Palabra del Dia

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