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Las amigas cambiaban vivazmente sus impresiones de domingo. Venían de misa; de sonreír en el atrio de la catedral a sus parientes y conocidos; de pasear por las calles limpias, esmaltadas de sol, como flores desatadas sobre una bandeja de plata con dibujos de oro. Sus amigas, desde las ventanas de sus casas grandes y antiguas, las habían saludado al pasar.

El enfermero lo salió acompañando, y lo acompañó hasta la misma esquina de la iglesia: Cañete volvió varias veces la cabeza mientras atravesaba el atrio y allí estaba el pobre italiano mirándolo y poniendo una cara como de quien no puede aguantar el llanto.

De vez en cuando, una elegante muchacha se detenía en mitad del atrio para acariciar la carita sucia de un pequeñuelo y preguntar su edad a la madre; sus compañeras la llamaban riendo y en cuanto llegaban al dintel de la iglesia todas tomaban una expresión seria y recogida. Adriana no quiso entrar en seguida.

32 y las columnas del atrio alrededor, y sus basas, y sus estacas, y sus cuerdas con todos sus instrumentos, y todo su servicio; y contaréis por sus nombres todos los vasos de la guarda de su cargo. 34 Moisés, pues, y Aarón, y los príncipes de la congregación, contaron los hijos de Coat por sus familias, y por las casas de sus padres,

En el atrio de la mezquita, donde hay aguas abundantes, no puedes gozar el espectáculo de los que con mucha y entusiasmo se restregan los miembros con polvo, tierra, y aun barro, imaginándose quedar muy curiosos y aseados.

Después de la misa, el cura se volvió hacia los fieles y rezó por el muerto y por todos los sepultados en el Océano. Entonces los sollozos aumentaron. Luego, el cura se acercó al catafalco a rezar sus responsos y lo roció varias veces con agua bendita. Yo me encontraba amilanado. Al salir de la iglesia, el sol pálido iluminaba el atrio. Irizar y yo nos quedamos a la puerta.

La gente que paseaba por el atrio se fijó inmediatamente en él. «¡El príncipe LubimoffTodos recordaban su yate, sus aventuras, sus fiestas, repitiendo su nombre como un eco de gloriosa resurrección.

A la mañana siguiente toda Vetusta edificada se preparaba a acompañar el Viático que por la tarde debía ser administrado al señor Guimarán. Era Domingo de Ramos. No se respiraba por las calles del pueblo más que religión. ¡El papel Provisor sube! decía Foja furioso al oído de Glocester, a quien encontró en el atrio de la catedral, al salir de misa. ¡Esto es un complot!

Tenía no menos de quince admiradores silenciosos, que iban todos los domingos y fiestas de guardar a lanzarle sus incendiarias miradas en el atrio de la iglesia, cuando salía de misa de nueve. No tenían más remedio que admirarla de lejos, pues ella esquivaba toda ocasión de tratarlos. Sin embargo, no faltó quien la acusara de «coqueta»...

Ya lo anuncié yo decía con suficiencia en los corrillos del atrio del Casino, donde le escuchaban por su condición de militar . El kaiser ha aglomerado en Francia todas las tropas que tenía en Rusia. ¿Quien no esperaba esto?... Y los nuestros son indudablemente inferiores en número.