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Actualizado: 17 de septiembre de 2025
Ninguno se atrevió a seguir haciendo conjeturas, seguros de que el alojamiento de aquella partida en el lugar podía ser su perdición. Cerca de una hora llevaban de angustiosa impaciencia, y ya iban con la tardanza esperanzándose de que el grupo de gente armada hubiera tomado otro camino, cuando Pateta lo vio aparecer en la curva de la carretera.
Su espíritu, apartado de las sencillas escenas domésticas y de cuanto allí se hizo y se dijo, vivía en región distinta, atento a cosas remotas y desconocidas absolutamente para los demás. «Vaya que estás en babia esta noche dijo Bringas algo enojado , al notar la tercera o cuarta de sus equivocaciones». Y ella no se atrevió a chistar.
La conversación fué mucho tiempo indiferente y penosa. No se atrevía á comenzar; estaba distraído, no decía cosa ordenada. Soledad, que tal vez sospechaba algo, se mostraba más grave que de ordinario y más parca de palabras. Mas por fin, y tomando pie de los frecuentes paseos que la joven daba por el Perejil, se atrevió á decir: Te veo casi siempre acompañada de Antoñico.
Al fin no hizo nada, ni aun se atrevió a hablar a su padre; pero no dejó de pensar en ello, y hubo día en que, al cruzar por el cuarto de los libros, experimentó hastío y tristeza. Poco a poco la luz se hizo en su alma.
No se atrevió a protestar de la barbarie: temía que penetrara en su alma y leyera sus sacrílegas dudas. Después de pasar por la iglesia y recoger los óleos, penetró en el vetusto palacio de Montesinos. El día estaba encapotado. La lluvia caía tristemente con una pertinacia que sólo se conoce en aquella región de la Península. Salió a abrirle, como siempre, Ramiro.
Ayer, sí... ¡Cuando yo te lo aseguro! Don Alejandro concluyó por encogerse de hombros. En fin... ¡si tú lo aseguras!... Y no se atrevió a decir más. En la mesa tampoco fue Nieves, en opinión de su padre, la de todos los días. Comió muy poco y se distraía a cada paso. Don Alejandro no la quitaba ojo.
De los cuarenta duros no había vuelto a acordarse Mochi, ni Reyes se atrevió a pedírselos; mas todas las noches, pasados pocos días, los de ceguedad completa para todo lo que no fuese el amor de la inglesa, al volver a casa temblando por varios motivos, iba pensando en los mil reales de la renta de la Comuña. Eso debe de haber sido». Las cavilaciones de Reyes en este punto no pasaron de ahí.
Sí, el Escorial me ha probado siempre bien repuso la señora sin apartar su mirada distraída del horizonte. ¿Por qué no viene más a menudo? se atrevió a preguntar la mimada doncellita. Elena no contestó. Al cabo de un rato apartó los ojos del paisaje y los volvió al armario de espejo que tenía delante.
Mandó, sin embargo, al criado a la de Belinchón, a preguntar qué sabían de su sobrino. Enteróse el criado inmediatamente de lo acaecido, pero no se atrevió a decírselo a su señor. Le trajo el recado de que Gonzalo se hallaba en Tejada bueno. Pasó aquel día así.
Don Jaime se creyó amado, y ni siquiera con otro beso en la mano de doña Luz se atrevió a manifestar que amaba a su vez, y que estaba agradecido. En suma, dado el modo de ser de doña Luz, y después de declarado de ambas partes el amor, no había trámite, ni coloquio tierno a solas, ni dilación que valiera. Las bodas tenían que venir a escape.
Palabra del Dia
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