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Actualizado: 17 de septiembre de 2025
Pero su hermana le demostró la conveniencia de aguardar algún tiempo y él se resignó. Al fin se realizó la visita. Aurelia pasó una tarde en el boudoir de la señora de Osorio. Raimundo, después de muchas vacilaciones, no se atrevió a ir con ella. A los tres o cuatro días se presentó de nuevo Clementina en casa de los jóvenes a convidarles para ir por la noche al Real.
No se atrevió a insistir. Le costó gran trabajo tragar aquella píldora. Estuvo una porción de días sin poder pensar apenas en otra cosa. La idea de que sin darse cuenta de ello pudiera incurrir en algún error condenado por la Iglesia le inquietaba vivamente. Indudablemente el leer libros heréticos, el pensar demasiado en los fundamentos de la religión era parecido a jugar con fuego.
Estuvo taciturno y silencioso durante la comida. De vez en cuando sus labios se contraían con sonrisa sarcástica y murmuraba un ¡villano! ¿Qué tienes, Rosendo? se atrevió al fin a preguntarle su esposa, que ya estaba inquieta. Nada, Paulina; que la envidia produce grandes estragos en el mundo se limitó a contestar con amargura.
Don Frutos iba a protestar, pero Ronzal añadió sin darle tiempo: El que lo niegue me arroja un mentís, duda de mi honor, me tira a la cara un guante, y en tal caso... me tiene a su disposición; ya se sabe cómo se arreglan estas cosas. Don Frutos abrió la boca. Foja, desde la puerta, se atrevió a decir: Señor Ronzal, no creo que el señor Redondo, ni nadie, se atreva a dudar de su palabra de usted.
Y le cogió la mano que andaba tropezando en la cortina, y se la apretó con franca cordialidad. Serafina... yo no sé... lo que me hago... usted creerá... Ella no le contestó, encontró la salida, levantó el cortinón, y con una mirada intensa, llena de caridad y protección, le dijo que la siguiera. Pero Bonis no se atrevió a traducir la mirada, y no siguió a la tiple.
-Con su pan se lo coma dijo Rincón a este punto : no le arriendo la ganancia; día de juicio hay, donde todo saldrá en la colada, y entonces se verá quién fué Callejas, y el atrevido que se atrevió a tomar, hurtar y menoscabar el tercio de la capellanía. Y ¿cuánto renta cada año? Dígame, señor sacristán, por su vida.
Y se volvió á sentar, y el joven volvió á rodear su cintura. Por aquella vez Dorotea se puso pálida, se estremeció, pero no se atrevió á desasirse de los brazos de Montiño. Tengo sed dijo el joven. ¡Sed! dijo la Dorotea bajando hacia él sus grandes ojos medio velados por la sombra de sus largas pestañas y dejando caer una larga mirada en los ojos de Montiño. ¡Sí, sed de vuestra boca!
Y a pesar de la ruina y destrozo del buque; a pesar del desmayo de la tripulación; a pesar de concurrir en nuestro daño circunstancias tan desfavorables, ninguno de los seis navíos ingleses se atrevió a intentar un abordaje. Temían a nuestro navío, aun después de vencerlo. »Churruca, en el paroxismo de su agonía, mandaba clavar la bandera, y que no se rindiera el navío mientras él viviese.
Don Juan no acertó a expresar bien su pensamiento, o no se atrevió a completarlo. Ella lo adivinó, sin embargo, y no queriendo dárselo a entender, repuso: ¡Pues buen modo de protegerme!
Don Adrián se atrevió a indicarla dos remedios infalibles para curarse de él, y Leto, para explicárselos mejor, se llegó hasta ella... Hablando, hablando, se fueron volviendo los dos de espaldas a la tertulia; y puestos ya ambas de codos sobre la barandilla, dijo Nieves a Leto, bajo, muy bajo: Papá no sabe nada.
Palabra del Dia
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