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Actualizado: 29 de julio de 2025
Entre tanto, ordenaba y disponía mis caudales de modo que los tuviera siempre a la mano por alejado que me viera de ellos; y por último, me atreví con lo que más me dolía y a lo cual llamaba yo «quemar mis naves»: «deshice» mi casa. Quería destruir el nido para no tener tanto apego al árbol. Empaqueté lo más, vendí muy poco y regalé algo de ello a mis amigos.
Toma esta esquela, que entregarás a la señora de Maubán. La he escrito en francés a propósito para que no puedas enterarte de ella. Y dile que si tiene en algo la vida de todos nosotros, no deje de hacer lo que en ella le indico. Juan temblaba al oírme, pero no me quedaba elección posible y tuve que fiar en él. No me atreví a esperar más porque temí que el Rey muriese en su prisión.
Desde luego no había, entre todos los valles que yo conocía de peñas al mar, uno tan extenso ni de tanta luz como aquél; y ya, puesto a comparar, me atreví a hallarle más semejante, en sus líneas y en la austeridad de su color, a los valles de Navarra cuando aún verdeguean en el campo sus sembrados.
Durante el camino no me atreví á despegar los labios. Ella también iba silenciosa. El conde y Pedro charlaban de las ocurrencias de la caza. Cuando llegamos á casa era ya noche. Lo primero que vimos en el portal fué á la monísima Emilia que extendió los bracitos hacia su madre gritando de alegría.
No me atreví a responder, y él siguió diciendo: Habla, pardiez, y di lo que piensas... No me gustan las reservas mentales. Querido papá... los deberes para con el prójimo... son la mitad de la ley. Sí, sí, necesitarías oraciones, genuflexiones, que fuese a la iglesia, que me hiciese bautizar...
Yo me atreví a apuntar que había excepciones, pero no fue posible hacérselo reconocer. ¡Qué rato tan delicioso y tan infernal a la vez, me estaba haciendo pasar aquella niña! Para llevar la conversación a otro punto, le pregunté: ¿Cuántos años tiene V.? Hasta ahora no me lo ha dicho.
A mí, nada... digo, sí, mucho, porque todo lo que se refiera a usted ¡claro! ¡me interesa! ¡claro!... ¡Oscuro! digo yo, ¡oscuro! ¿Por qué le ha de interesar a usted que una religiosa renueve sus votos? Debí espetarle en aquel momento la declaración que tenía preparada, ¿no lo creen ustedes así? La ocasión era que ni encargada. Pues no me atreví, ¡ea, no me atreví!
Llegada la noche, inquietó a Barbarita la tardanza de Jacinta, y cuando la vio entrar fatigadísima, el vestido mojado y toda hecha una lástima, se encerró un instante con ella, mientras se mudaba, y le dijo con severidad: «Hija, pareces loca... Vaya por dónde te ha dado... por traerme nietos a casa... Esta tarde tuve la palabra en la boca para contarle a Baldomero tu calaverada; pero no me atreví... Ya debes suponer si la cosa me parece grave...».
La declaración que yo debía darte está en su bolsillo; allí la encontrarán... Yo no me atreví á cogerla... Está caído en el suelo en el salón de la casa de Tavistock-Street, con los ojos terriblemente abiertos y la boca todavía amenazadora... ¿Le has matado? ¡Cállate, desgraciado! No se debe saber eso hasta mañana. Es preciso que yo esté libre hasta el fin del espectáculo.
Se había puesto ante un ojo su lente de disminución para contemplar el rostro del Gentleman-Montaña, y esto le hacía sonreir dulcemente. Creo llegado el momento dijo con voz insinuante de mostrarle mi alma. Mientras usted vivía á cubierto de peligros, yo no me atreví á decirle lo que siento. Me dominaba la timidez de todo el que ha pasado su existencia entre libros, viendo de lejos á las personas.
Palabra del Dia
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