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Actualizado: 29 de julio de 2025


Hasta hace dos meses no me atreví á decirle que la quería sino con los ojos; ya lo habrán ustedes notado. El viernes pasado me dió un rizo de pelo. Pensé que me volvía loco de alegría... Fué la tarde en que les pagué á ustedes la merienda y unas cuantas botellas de amontillado... ¡Mentira! ¡mentira! gritaron todos á un tiempo. ¡No has pagado nada!

De aquella insinuación que me había hecho Suárez en Marmolejo, referente a un señor que dirigía los asuntos de D.ª Tula y vivía con ella maritalmente, no me dijo nada, ni yo me atreví a preguntarle. Después me dijo mirándome a los ojos sonriente: Además, le prevengo a usted que mi prima es rica. Su padre pasaba por tener una buena fortuna.

Por eso me atreví a decirle a Raquel un día en que ponderaba el sacrificio que había hecho casándose con él, y la tristeza de consagrar su juventud a cuidar a un anciano achacoso: Vamos, tenga usted paciencia, que eso no durará mucho. Al fin se encontrará usted joven y con una buena fortuna. , , eso me decían mis amigas al casarme; pero va durando demasiado.

No me atreví, sin embargo, a pasar por delante de la cárcel para mirar la ventana de la estancia donde se hallaba, aunque me dijeron que había mucha gente por aquellos sitios. En cambio pasé varias veces por delante de la casa de su esposa.

Después... no pude, no me atreví a correr el riesgo de perderte antes... ¡antes de que llegase el momento en que por fuerza había de perderte! Adorada mía, ¿sabes que por ti pensé dejar al Rey abandonado a su suerte? ¡Lo , lo ! Y ahora...¿qué vamos a hacer ahora, Rodolfo? La atraje hacia , y abrazándola la dije: Voy a partir esta noche! ¡Ah, no, no! exclamó. ¡No esta noche!

¡Oh! ¡No, señor! exclamó toda turbada la joven, poniéndose roja. El señor coadjutor no tiene aspiración ninguna. Está tan contento con el cargo como sin él. Nada sabe ni nada quiero que sepa... He sido yo quien por el odio que me inspira la injusticia me atreví a dar este paso... acaso imprudentemente... ¡Sin acaso! ¡Sin acaso! murmuró el prelado, sacudiendo la cabeza.

Ignoro si esto que y puntualmente refiero llamará la atención de mis lectores; pero lo que les ha de causar sorpresa, ¡qué digo sorpresa!, asombro grandísimo, es el saber que me atreví a desafiar las iras del licenciado Lobo, del mismo Lobo de marras, no vacilando en arriesgarlo todo por esclarecer lo que tan hondamente me inquietaba.

Tan claros los conceptos como aquella su letra española serena y gallarda. A decir lo cierto, deseaba yo saber la historia da Angelina, pero no me atreví nunca a hablarle de esto.

Llegados aquí, cambié de conversación y me libré de los informes «inspirados» de Jorge. Si los diplomáticos no han obtenido datos más exactos que los de mi amigo, bien puedo decir que, por lo menos en esta ocasión, no ganaron su sueldo. Durante mi permanencia en París escribí a la señora de Maubán, pero no me atreví a visitarla.

Después me atreví a apuntarle la idea de sujetarme al terruño con los lazos del matrimonio, y la conveniencia, a mi juicio, de elegir por compañera una mujer como la que le pintaba por ejemplo, copiando las condiciones de Lituca.

Palabra del Dia

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