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Actualizado: 29 de julio de 2025
No he tocado nunca aquel dinero, y á pesar de la estrechez con que hemos vivido, jamás me atreví á gastar ni un solo doblón. Me parecía que debía guardar aquello para otros dias, que yo esperaba sin saber por qué. Por instinto lo conservaba intacto, aunque pensaba que jamás cambiaría de estado. El tesoro existe en el mismo sitio en que lo encontré.
Con la mayor cautela, tomé un grueso bastón que solía acompañarme en mis viajes, y conteniendo la respiración y avanzando unos pasos, le asesté tremendo golpe sobre el ala izquierda, que sonó seco y lastimero contra el barandal de hierro. Cayó el pájaro a la calle y yo, por lo pronto, no me atreví a asomarme, temiendo que algún transeunte fuese testigo de mi acción nefanda.
Se detuvo, y aproximándose otra vez a mí murmuró dulcemente: ¡Vuelve pronto, Rodolfo! Su voz, su acento, me dominaron. ¡Juro exclame, verte una vez más, pero yo mismo, antes de morir! ¿Tú mismo? ¿Qué quieres decir? preguntó fijando en mi sus asombrados ojos. No me atreví a pedirle perdón; le hubiera parecido un insulto. No podía decirle entonces quién era yo.
Díselo a tu papá. Es que yo no me atrevo... Si tú te encargases... Está bien, hija, para mí han de ser todos los apuros.» Y armándome de valor me atreví a decírselo a éste. Crea usted que temblaba como una hoja, porque no sabía cómo lo iba a tomar; tenía miedo que me echase con viento fresco. Afortunadamente, estaba de buen humor aquel día, ¿verdad, querido?
»Al despedirme, el marido me estrechó con efusión la mano entre las dos suyas. No me atreví a tendérsela en seguida a la mujer; pero, en cambio, ¡qué asombro!, me tendió ella la suya. No se la besé, porque no lo juzgara sospechoso por excesivo; pero mis ojos, mal enjutos todavía, volvieron a llenarse de lágrimas.
Temerosa voy, después Que he entrado por Adamuz, Por ser camino real, Á que nunca me atreví; Si bien desde que salí, 795 Ha sido el ánimo igual Al peligro que he tenido. ¡Ay, padre, y cuánto dolor Me da el verte sin favor, Si no es que el Duque lo ha sido! 800 Suelen faltar los amigos En la mejor ocasión; Mas ¡ay! que tus años son Los mayores enemigos.
Pues voy a avisárselo a Carmen para que se alegre, replicó la anciana... ¡si viera Vd. como ha llorado, hermano cura, temiendo que no viniera! ¡Pobre muchacha! Que no tenga cuidado, Gertrudis, que no tenga cuidado. Aquí hay algo de amor, amigo mío, me atreví a decir al cura.
Al referir esto, Elvira tenía los ojos nublados por lágrimas de ira. Yo no me atreví a interrumpir su relato, y ella siguió: Si, chico, de aquella noche datan todas las barbaridades que he hecho en mi vida... y las que me quedan.
Tres días tuve que estar en constante espionaje; el primero, oculto detrás de mis cortinas, porque temía asustarla dejándome ver súbitamente; al otro día ya la contemplé pegado a los cristales, pero aun no me atreví a abrir mi ventana; al tercero ya la abrí, y observé gozoso que no la espantaba mi osadía. Aquella misma tarde la vi echarse sobre los hombros un chal, y abrocharse las botas.
Para él aquellos nuestros amores no fueron más que amoríos. ¿Cómo pues me atreví a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o diecinueve años después, había de llegar a saber que había tenido de mí una hija y había de estar tan seguro de ello que se allanase a reconocerla?
Palabra del Dia
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