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Actualizado: 25 de junio de 2025


Yo, es diferente, muchacho; yo mezclo el aguardiente con vino, mientras que él lo bebía puro. ¡Ah!... respondió Grano de Sal poco convencido de la temperancia del señor Durand. ¡Toma! dijo éste , ahí tienes uno que morirá en la piel de un bandido, si es que no le desuellan vivo. Y señalaba a un hombre alto y delgado, con uniforme azul bordado, que atravesaba la plaza.

Otros arreglaban los salones reparando el desorden que habían producido los convidados. El cocinero, seguido de un pinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín para tomar el camino de la plaza.

Nolo permaneció un instante fuera. Luego, en vez de tomar el camino de la Braña, se salió de la aldea á toda prisa por el extremo opuesto. Buscó el sendero del monte y se emboscó por los castañares que en aquella hora estaban lóbregos y medrosos. El mozo los atravesaba con paso vivo y resuelto, más emboscado aún en sus propios pensamientos y recelos.

Este mar, que comparado con los otros es un simple lago sembrado de archipiélagos, se le ofreció como una escuela. A cualquier viento que abandonase su velamen, estaba seguro de llegar á una orilla hospitalaria. Las brisas dulces é irregulares giraban con el sol en algunas épocas del año. El huracán atravesaba su cuenca, pero sin fijarse nunca. No existían mareas.

Avanzaron en dos filas, al amparo de los árboles que bordeaban la avenida central, con el fusil pronto para disparar, mirando inquietamente á las ventanas del castillo, como si esperasen recibir desde ellas una descarga cerrada. Desnoyers marchó tranquilamente por el centro, y el oficial, que había imitado la precaución de su gente, acabó por unirse á él cuando atravesaba el puente levadizo.

El fúnebre camino atravesaba la cañada del Oso, revestida a aquella hora de sombrío y tenebroso aspecto. Los campeches, escondiendo en el rojizo terreno sus pies, guarnecían la senda como en fila india, y sus inclinadas ramas parecían echar una extraña bendición sobre el féretro que avanzaba lentamente.

Estupiñá se encargaba de traer estos peligrosos artículos de la casa de un truchimán que los vendía de ocultis, y cuando atravesaba las calles de Madrid con las cajas debajo de su capa verde, el corazón le palpitaba de gozo, considerando la trastada que le jugaba a la Hacienda pública y recordando sus hermosos tiempos juveniles.

Atravesaba tambien el conducto los valles, los arroyos y los barrancos, sobre sólidos y hermosos puentes, que el mismo cronista vió antes de que se deshiciesen para los edificios del monasterio de S. Gerónimo de la Sierra. A la mezquita, sin embargo, no llegó probablemente el agua hasta el reinado de Al-hakem II. Véase á Ambrosio de Morales, lib. XIII, cap.

Seguía llorando; el joven esperaba que las lágrimas la librasen del dolor que le oprimía los pulmones y le atravesaba la frente como si fuese un clavo enrojecido. Pronto se convenció de que la crisis iba en aumento. Feli, tendida en la cama, ya no movía su cabeza de un lado a otro con penoso vaivén.

A partir de aquel instante estuvo Magdalena distraída y visiblemente preocupada, tanto que casi no respondía a las palabras de Amaury. Seguía con la mirada a Antoñita, que habiendo recobrado con el bullicio, la luz y el movimiento, su habitual jovialidad, parecía infundir a su paso una corriente de alegría en el ambiente de aquel salón que atravesaba ligera y gentil como una sílfide.

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