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La muchedumbre, que discurría con estrépito por el vasto prado; el manso río, que atravesaba el valle sin prisa de llegar á su destino, como un viajero que admira la amenidad del sitio; el césped florido, donde los pies se hundían con deleite; los árboles, y las imponentes montañas, que cerraban á corta distancia el horizonte, todo estaba allí colocado por Dios con el objeto exclusivo de ver á Laura.

De pronto su marcha detuvo la precipitación jadeante: atravesaba el Riachuelo. Adriana quedó estupefacta. Había cruzado el puente en pleno día, sobre aguas verdosas salpicadas de desperdicios, entre sucias embarcaciones atracadas a los malecones rotos.

Pero la atención de todos se apartó de este ensañamiento de la bestia, para fijarse en Gallardo, que atravesaba la plaza con menudo paso, cimbreante el talle, en una mano la plegada muleta y moviendo con la otra la espada cual si fuese un bastoncillo. Todo el público del sol aplaudió, agradecido por esta aproximación del espada.

Don Cayetano, que sabía ponerse serio, llegado el caso, procuró convencer a su amiguita de que su piedad, si era suficiente para una mujer honrada en el mundo, no bastaba para los sacrificios del claustro. «Todo aquello de haber llorado de amor leyendo a San Agustín y a San Juan de la Cruz no valía nada; había sido cosa de la edad crítica que atravesaba entonces.

Atravesaba Madrid con el rubor del pedigüeño, con la vileza del mendigo de levita, inventando embustes para comer, mientras los hambrientos de blusa encontraban siempre un medio para satisfacer su hambre.

En tanto que Garay aquí esperaba, Y en tierra sus caballos saca, y gente, El capitan Rui Diaz se levaba De donde le dejamos prestamente. Volviendo hácia abajo, atravesaba Acaso Yamandú que está de frente: Allí nos dieron nueva muy entera, Que en el Carcarañá Garay espera.

Si alguno le cuchicheaba al oído, él no se daba por enterado. El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que la experiencia iba a fracasar.

En Cahors descansaron los caminantes, sin incidente ni aventura que merezcan relato aparte, y al dejar aquella población se apartaron también de las orillas del río, tomando una senda estrecha y tortuosa que atravesaba extensa y desolada llanura.

El batallón, al partir, siguió el camino que atravesaba Longueval y pasaba ante la casa del doctor. Madama Reynaud y Juan esperaban a la orilla del camino. El niño se arrojó en los brazos de su padre: «Llévame, papá, llévameLa madre lloraba. El doctor los abrazó fuertemente a los dos, y continuó su marcha. A cien pasos de allí el camino hacía un recodo.

Fué un día en que doña Rebeca, la única hermana de don Manuel, residente en un pueblo próximo, llegó a Luzmela de visita. Atravesaba la niña por el corral con su bella actitud tranquila cuando la dama se apeó de un coche en la portalada.