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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Mientras tanto, asombrado Butrón de aquel brusco arranque, y muerto de susto ante audacia tan temeraria, echaba a toda prisa las cortinillas para que no le viesen; y Currita, riendo como una loca, se asomaba por el vidrio de la trasera para ver a los transeúntes refugiarse asustados en los portales, y a los guardias públicos correr detrás de la berlina, haciendo señas de que parasen.

A veces sucedía que Marner, al detenerse para arreglar algún hilo irregular, notaba la presencia de los chicuelos. Aunque fuera avaro de su tiempo, le desagradaba tanto que lo importunaran aquellos intrusos, que bajaba de su telar, abría la puerta y fijaba en ellos una mirada que bastaba siempre para nacerlos huir asustados.

Pero han tomado gusto al misterio y no pueden perder el hábito. La menor broma tiene un encanto más, porque es preciso «a toda costa» que Martín no sepa nada; y, si por casualidad juntan sus cabezas parloteando, se separan asustados al menor ruido, como si estuvieran tramando complots criminales.

Buckle coincide también en este pensamiento, como coincide con el P. Peñalosa, pero explicándolo todo a su manera. Según él, la causa principal de esto son los terremotos, frecuentísimos y terribles en España, los cuales nos traen siempre asustados y contritos, y no acaban de quitarnos el temor de Dios, con lo cual no es posible el progreso.

Trabajan duramente verano y otoño, y cuando el viento pampero empieza á azotar las llanuras, asustados por la proximidad del invierno, regresan á los lugares de procedencia, donde la tierra empieza á despertar entonces bajo las primeras caricias primaverales.

Uno de sus hermanos, menos afortunado, halló la muerte en una concavidad de la roca, á donde le arrastró un remolino. Nosotros mirábamos asustados el paraje siniestro al que el padre, lleno de un horror sagrado, había hecho arrojar piedra y tierra.

Los cisnes graznan asustados, ocultando la cabeza bajo las alas como si pasase un peligro: los peces despiertan en el tazón de la fuente, ocultándose temblorosos: las flores caen deshojadas, las piedras crujen como si las pisasen unas plantas de inmensa pesadumbre... y sin embargo no se ve á nadie. Ya suenan pasos en la escalinata: la puerta se abre, á pesar de que no sopla el viento.

Los toros que pastaban en ella retirábanse hacia el fondo, como asustados por esta mancha negruzca, que crecía y crecía, alimentada incesantemente con nuevos grupos. Toda la horda de la miseria acudía a la cita. Eran hombres tostados, enjutos, sin la más leve ondulación de grasa bajo la lustrosa epidermis.

Un tinte lívido invadió su cara enflaquecida y afeitada, sus ojos se agrandaron asustados como á la vista de un espectro, tembló con todos sus miembros y, las manos juntas, los labios balbucientes, dijo muy bajo, como si temiera hacer desvanecerse aquella dichosa visión: ¡Cristián! ¡Cristián! ¿Es posible? ¡Cristián!

Durante largo rato intentaron luchar contra la terrible presión; los asustados espectadores que estaban en las orillas creyeron durante un momento que conseguirían dominar la corriente; pero no; la piragua, vencida en su esfuerzo, cede y cede sin cesar; la arrastra la corriente; se acerca á la terrible curva, se ha perdido toda esperanza.

Palabra del Dia

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