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Actualizado: 9 de julio de 2025


Por último, yo no tengo noticia de una casa igual, y no extraño que el jóven, profano á la vida de las grandes ciudades, pierda allí el sentido y se en cuerpo y alma al diablo de aquella tentacion. Es el talento que la víbora tiene en saber picar; pero indudablemente hay allí un talento asombroso.

Era asombroso este cambio de conducta; pero también lo era que el señor Cuadros, que antes medía telas en su tienda sin ambición alguna, tuviera ahora carruaje y todo el empaque pretencioso de un aspirante a millonario. Ven conmigo, Andresito. Vamos a dar un paseo. añadió la mamá , acompaña a Amparito. Reúnete con la gente joven.... ¡Qué diablo! A tu edad....

Esta razon es la que á fuerza de trabajo ha ido reuniendo los elementos y combinándolos de distintas maneras hasta llegar al asombroso resultado del cual pueda decir con verdad: esto es mi obra.

En pago de sus servicios, recibió alojamiento, cama, manutención y ropa limpia, a razón de una camisa cada mes, sin contar el franco y medio semanal que le daba su patrón para sus gastos de soltero. Con sus economías, compró, al cabo del año, un tonel de lance, y se estableció por su cuenta. El éxito que obtuvo fue asombroso, y superior a cuanto pudo esperarse.

Lacante es un poco responsable de lo que ocurre, porque no vigila a su hija, deja a su lado a esa Polidora de escasa moralidad y tiene a esta niña inexperta en un círculo corruptor y corrompido. Lo asombroso hubiera sido que hubiese continuado inocente. Desde aquella fatal noche mis relaciones con Elena han cambiado por completo.

El camino gira, entónces á la altura de Servoz, por entre laberintos de peñascos destrozados y bosques seculares y espesos de pinos y abetos, donde yacen dispersas esas rocas erráticas que han sido uno de los misterios de la geología, revelaciones del poder asombroso de las neveras viajando sobre las faldas de los cerros.

Es aquí donde la lucha tomó sus caracteres más sombríos y salvajes; es aquí donde Monteverde, Boves, el asombroso Boves, aquella mezcla de valor indomable, de tenacidad de hierro y de inaudita crueldad, Morales, y al fin Murillo, el émulo de Bolívar, arrasaban, como en las escenas bíblicas, los pueblos y los campos y pasaban al filo de la espada hombres, mujeres, niños y ancianos.

Llamábasele simplemente Llera. Era un mozo asturiano, alto, huesudo, de rostro pálido y anguloso, brazos y piernas larguísimos, grandes manos y pies, brusco y desgarbado de ademanes y con unos ojos grandes de mirar franco y sincero donde brillaba la voluntad y la inteligencia. Era un trabajador infatigable, asombroso. No se sabía a qué horas comía ni dormía.

Después, repentino y asombroso alejamiento; unos ojos que no le miraban, unos labios que no le hablaban, unas manos que no le estrechaban... ¡Ah, , todo lo vio, todo lo comprendió! Levantose bruscamente del sofá y acercando el rostro al de Marta, le dijo en voz dulce y cariñosa, pero con inocente petulancia: No lo niegues, Martita, acabas de darme un beso.

irás lejos... Te lo digo yo, que he visto de cerca a los grandes personajes. Y pensaba en su hijo, en su Pepín, que ya tenía siete años y llevaba descalabrados a varios chicos de la vecindad. Era un genio asombroso para echar la zancadilla y poner la piedra donde fijaba el ojo. Pepín pertenecía a otra raza: la de su padre. Había nacido para obedecer, para quedarse abajo.

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