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Actualizado: 26 de junio de 2025
Su padre le había hablado de remotos ascendientes que alcanzaron nobleza y fortuna tendiendo su vela en humildes puertos españoles para lanzarse como gaviotas por el Océano Tenebroso, en busca de tierras de misterio, detrás de los primeros derroteros de Colón y los Pinzones.
Le querían decir, en su opinión, «¿quién eres tú para pedirme cuentas, para fiscalizar mi administración? ¿Por qué estás tú metido en la familia, plebeyo miserable?». Sí, plebeyo, pensaba el infeliz; porque si bien sabía, con gran oscuridad en los pormenores, que sus ascendientes habían sido de buena familia, casi lo tenía olvidado, y comprendía que los demás, los Valcárcel especialmente, no querrían recordar, ni casi casi creer, semejante cosa.
En 15 de Julio presentó Velázquez de su puño y letra la propia genealogía al Consejo de las Órdenes, que formó el expediente necesario a las pruebas: aquel mismo día decidió el Consejo que se abriese información en Monterrey y Tuy para lo que se refería a los ascendientes de la línea paterna, y en Sevilla a los de la madre.
Nuestros descendientes no conocerán más que por tradición la flota de armadías, rudo empleo de la navegación, que sin duda inspiró á los salvajes ascendientes de Cook y de Bougainville la idea de aventurarse sobre las olas del océano. Disciplinadas en lo sucesivo las aguas del arroyo, ni siquiera nos servirán para transportar á nuestras poblaciones astillas y leña para el fuego.
La humanidad era fiel a su origen. Nadie renegaba las tradiciones de estos venerables ascendientes que parecían dormidos en la inmensa catacumba del mar.
Todo el pasado surgía ante sus ojos con extraordinaria claridad, como si hasta entonces se hubiese mantenido borroso, en una confusión de penumbra. La tierra amenazada de Francia era la suya. Quince siglos de historia habían trabajado para él, para que encontrase al abrir los ojos progresos y comodidades que no conocieron sus ascendientes.
El, que era un extranjero, se sentía atraído por este monumento, con la atracción de los edificios venerables que guardan la gloria de los ascendientes. No quería saber quién lo había creado. Los hombres construyen creyendo solidificar una idea inmediata que halaga su orgullo.
Febrer miró al pasar con ojos irónicos estas riquezas heredadas de sus ascendientes. Nada era suyo. Hacía más de un año que estos tapices y los del dormitorio y todos los de la casa pertenecían a ciertos usureros de Palma, que los habían dejado colgados en el mismo sitio.
Lo único que le infundía cierto pavor en esta naturaleza grandiosa y muda, á través de la cual habían pasado y repasado sus ascendientes, eran los poderes misteriosos y confusos que parecían moverse en la soledad. Ovejero tenía un alma religiosa á su modo y propensa á las supersticiones.
Jaime Febrer!... Catalina le había visto siempre de lejos; pero cuando entretenía su aburrida soledad con una lectura incesante de novelas, ciertos personajes, los más interesantes por sus aventuras y sus audacias, le hacían pensar siempre en aquel noble del barrio de la Catedral que andaba por el mundo con mujeres elegantes disipando su fortuna. ¡Y de pronto su padre le hablaba de este personaje extraordinario, dando por seguro que iba a ofrecerle su nombre, y con él la gloria de sus ascendientes, que habían sido amigos de reyes!... No sabía ella si era amor o gratitud, pero un sentimiento de ternura que empañaba sus ojos la impelía hacia aquel hombre. ¡Ay, cómo iba a quererlo!
Palabra del Dia
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