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Actualizado: 26 de julio de 2025


Fuera, en el recibimiento, estaba el retrato de uno de sus ascendientes menos remotos, un señor de rostro afeitado, labios finos y descoloridos, peluca blanca y casaca de seda roja, que, según rezaba la cartela del lienzo, había sido regidor perpetuo de la ciudad de Palma.

Desde entonces, los campos que hacía más de cien años trabajaban los ascendientes del pobre labrador habían quedado abandonados á orilla del camino. Su barraca, deshabitada, sin una mano misericordiosa que echase un remiendo á la techumbre ni un puñado de barro á las grietas de las paredes, se iba hundiendo lentamente.

Porque digan, si , los que aun pugnen por defender, como verdades, las voces que sobre tales acciones de los judíos andaban de boca en boca por el ciego é ignorante vulgo ¿cuál era el objeto de estos al ejecutar tan bárbaras acciones? ¿Estaba escrito en los libros de su lei, que todos los que observasen el rito mosáico eran obligados á conmemorar en los Viernes Santos i de un modo tan bestial, la muerte que sus ascendientes dieron á Jesucristo?

El único remedio, la salvación; llevar al santo omnipotente a la orilla del río para que le metiera miedo con su presencia; lo que venían haciendo siglos y siglos sus ascendientes, gracias a lo cual aún existía la ciudad. Algunos vecinos que eran mal mirados por la gente del campo, a causa de su incredulidad, sonreían. ¿No sería mejor desalojar las casas cercanas al río?

Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes.

Soy judío, ¿y qué?... seguía gritando . Correligionario de Jesús, de San Pablo y otros santos a los que se venera en los altares. Los butifarras hablan con orgullo de sus abuelos, que datan casi de ayer. Yo soy más noble, más antiguo. Mis ascendientes fueron los patriarcas de la Biblia. Luego, indignándose contra las preocupaciones que se habían ensañado en su raza, volvíase agresivo.

Con la satisfacción de un duque que cuenta sus ascendientes, el señor Esteban remontaba la cadena de los Luna hasta titubear y perderse en pleno siglo XV. Su padre había conocido a don Francisco III Lorenzana, el príncipe de la Iglesia fastuoso y pródigo, que gastaba las cuantiosas rentas del arzobispado construyendo palacios y editando libros, como un gran señor del Renacimiento.

Palabra del Dia

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