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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Han de saber V. Mds. que estando hoy en San Salvador, llegó un niño a este pobrete, y le dijo que si era yo el alférez Joan de Lorenzana, y dijo que sí, atento a que le vio no sé qué cosa que traía en las manos. Llevómele, y dijo, nombrándome alférez: «Mire V. Md. qué le quiere este niño». Yo que luego entendí la flor, acepté.
¡Qué maldad! exclamó Lolita Sartori. Y Filomena Lorenzana preguntó: ¿Qué tal persona es ese capitán Pérez? Dándose aires de hombre de mundo, Jacinto repuso: ¡Excelente sujeto!... No lo he tratado mucho; pero lo encontré a menudo durante mis permanencias en la capital federal. ¡Frecuenta la mejor sociedad bonaerense!
Con la satisfacción de un duque que cuenta sus ascendientes, el señor Esteban remontaba la cadena de los Luna hasta titubear y perderse en pleno siglo XV. Su padre había conocido a don Francisco III Lorenzana, el príncipe de la Iglesia fastuoso y pródigo, que gastaba las cuantiosas rentas del arzobispado construyendo palacios y editando libros, como un gran señor del Renacimiento.
Don Basilio solía llevar en la boca un palillo de dientes, y tomándolo entre los dedos lo mostraba, accionando con él, como si formara parte del argumento. «Lo que yo sé afirmó con acento patético, ofreciendo el palillo a la admiración de sus amigos , lo que yo sé es que esto está muy malo. Digo con Lorenzana: Meditemos».
Palabra del Dia
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