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Actualizado: 13 de junio de 2025


La angustia que contraía sus facciones se ha cambiado en una arrogancia sorda, reprimida. Martín, lleno de disgusto y de lástima contempla aquel rostro, cuyas arrugas profundas apenas dejan conocer al Juan de otros tiempos, tan franco de corazón, tan tierno. Es fuerza que las pasiones más viles se hayan apoderado de ese hombre para desfigurarlo de un modo tan terrible en seis cortas semanas.

Si tienes algún medio de apaciguar á la niña, le dijo el ministro, te ruego que lo hagas inmediatamente. Excepto el furor de una vieja hechicera, como la Sra. Hibbins, agregó tratando de sonreir, nada hay que me asuste tanto como un arrebato de cólera cual éste en un niño. En la tierna belleza de Perla, así como en las arrugas de la vieja hechicera, tiene ese arrebato algo de sobrenatural.

Y la Mariposa guiñaba sus ojos, contraía el negro agujero de su boca rodeado de arrugas, adivinando que sólo un suceso de gran importancia podía haber traído hasta allí a su nieto. Maltrana desechó todo preámbulo. Pasaba el tiempo; Zaratustra no tardaría en volver, y él deseaba hablar a solas con la anciana.

Los ojos, en lo más hondo de sus cuencas, circundados de una aureola de arrugas, brillaban como estrellas mortecinas en el fondo de un pozo. Su miseria física era el resultado de una fatiga prolongada años y más años, de una alimentación insípida de pan, sólo de pan.

A la belleza de las cimas y rebordes de todas clases, corresponde la de los huecos, arrugas, valles ó desfiladeros. Entre la cumbre de nuestra montaña y la punta más cercana, la cuesta baja mucho y deja un paso bastante cómodo entre las opuestas vertientes. En esta depresión de la arista empieza el primer surco del valle serpentino abierto entre ambos montes.

La primera señal de ruina que había aparecido en su rostro desvaneció como un sueño todos los juramentos; los siete años de amor se habían hundido en el abismo del tiempo sin dejar la más insignificante huella... Pero ella no tenía arrugas todavía; no era tan vieja; treinta y cinco años nada más.

Si se alteraba su humor lo que ocurría muy de tarde en tarde , el brillo de sus ojos, la contracción de su boca, las arrugas precoces de sus sienes, le daban un aspecto inquietante, y diez años más caían sobre él de golpe. Malo para enemigo afirmaba el coronel . Es hombre que no conviene tenor enfrente. Y no por miedo, sino por espontánea admiración, celebraba sus talentos.

Allá voy... allá voy dijo con tono de superioridad, como si fuese a dispensar a su acompañante el mayor de los placeres. Llevándose una mano a la boca, se extrajo de golpe la dentadura, guardándola en la faja. Su rostro se llenó de arrugas en torno a la boca sumida, y comenzó a cantar las frases del sacerdote y las respuestas del ayudante.

Y las miradas dolorosas, los gestos de desagrado, parecían decir con un silencio de protesta: «Esto no es lo convenido». Los niños se aglomeraban en el balconaje subidos en sillas y bancos para ver la llegada de las olas. La superficie triangular del castillo de proa subía y bajaba al tropezarse con las arrugas azules e inmensas que venían a su encuentro.

Sus rasgos son finos y correctos, en su barba cortada en punta y en sus cabellos castaños se ven mezclados algunos hilillos blancos; el firme modelado de su boca y de su nariz aguileña, con las dos arrugas verticales que afirman su entrecejo, indican en él una fuerte voluntad.

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