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¿Y seré feliz? dijo Fortunata con expectación supersticiosa, como si le estuvieran echando las cartas. Por de pronto, de lo que yo trato es de que sea usted práctica. ¡Práctica! replicó ella arrugando la nariz con salero, como hacía siempre que afectaba no comprender una cosa y burlarse de ella al mismo tiempo . Práctica, ¿qué quiere decir eso?

En seguida el vestido que, arrugando el canesú de la camisa, oculta el nacimiento del pecho y los hermosos brazos. La falda cae, resbalando a lo largo de la enagua; se abrocha de prisa; busca entre varias horquillas un alfiler largo para sujetar el sombrero, y se lo prende, dejando que el velo caiga, sombreándola el rostro dulcemente.

Mira, María dijo Stein acercándose a ella ; ofrezcamos a Dios nuestro amor puro y santo; prometámosle hacerlo grato con la fidelidad en el cumplimiento de todos los deberes que impone, cuando está consagrado en sus aras; y deja que te abrace como a mi mujer y a mi compañera. ¡Eso no! dijo María dando un rápido salto atrás y arrugando el entrecejo , ¡a no me toca nadie!

Se puede aligerar la nave, Capitán dijo el piloto . Tenemos en la estiba más de veinte barriles de agua y quince toneladas de lastre. Lo echaremos todo al agua. Que uno de nosotros vigile en el puente, al lado de la lantaca, para que no nos sorprendan los feroces antropófagos. Dejaremos a Lu-Hang dijo Cornelio. ¿A ése? exclamó el Capitán arrugando el entrecejo.

Don Jaime se puso aún más pálido. Dió una vuelta por la estancia arrugando con mano crispada el gorro turco, dejó escapar una risita sarcástica, y volviendo a plantarse delante de doña Paula, dijo con burlona arrogancia: ¿De modo, señora, que me echa usted de su casa? ¿Yo, señor Duque?... ¡Qué idea!... Lo que quiero únicamente es devolver la calma a mis hijos, y evitar un choque...

¿Y no lo sabe?... ¡No se haga usted más tonta de lo que es! indicó D. Evaristo arrugando también su nariz. Pues nos haremos pléiticas dijo la señora de Rubín, ridiculizando la palabra para ridiculizar la idea. Poco más duró aquella visita, porque el señor de Feijoo no quería molestar. Despidiose, prometiendo volver pronto.

Las hiperbólicas alabanzas que D. Francisco hacía de Golfín la llevaban como por la mano a otro orden de ideas, y arrugando el ceño, ponía cara de pocos amigos. «Cuando pienso en la cuentecita que me va a poner esta Santa Lucía con gabán decía , me tiemblan las carnes.

Fuese el emisario de malas nuevas con la música a otra parte, cabizbajo, convencido de que era un criminal, y la oradora permaneció sentada en la cama, arrugando las ropas en la contorsión desesperada de sus miembros y cuerpo.

Uno para , aquí tiene el peso y mostraba el billete hecho pelotón entre los dedos. El interpelado, después de mucho rato, y aturdido probablemente por los gritos de Caparrosa, lo vio al fin trepado en la ventana y metiendo apenas la cabeza en dirección al zaguán y arrugando el boletín para tirárselo, le gritó: ¡Largá el peso!

Al mirarla, mi sangre ha detenido su curso natural; he sentido la angustia de la muerte... No he podida llorar. ¡Ella pobre, marchita, sola y triste! ¡Oh! ¡Cuánto sufrirá! ¡Ella, que ayer en régias bacanales consumia su afan! El vicio y la impureza la han manchado arrugando su faz... ¡Dios mio! Al verla así, ¿cómo no puedo áun dejarla de amar?