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Las emociones de aquellos breves instantes, en que estuvo contemplando la figura contrahecha del viejo Rogerio, arrojaron una luz en el espíritu de Ester, revelando muchas cosas de que, de otro modo, ella misma no se habría dado cuenta. Una vez que el médico hubo desaparecido, llamó á su hijita. ¡Perla! ¡Perlita! ¿dónde estás?

Voy á contar como vino el fiero sayón á ser víctima; cómo los odios que provocó se le volvieron lástima, y las nubes de maldiciones arrojaron sobre él lluvia de piedad; caso patético, caso muy ejemplar, señores, digno de contarse para enseñanza de todos, aviso de condenados y escarmiento de inquisidores.

Todo sea por Dios. ¿No sabe usted, tía, que hace tres meses...? la Correspondencia lo trajo... una mujer llevó a su marido al Retiro, y cuando iban por un paseo solitario salió el cómplice... , el cómplice, que estaba escondido tras unas matas, y entre ella y aquel tuno cogieron al pobre marido, le ataron de pies y manos y le arrojaron al estanque...

Siendo muy niño, había dado muerte, con una navaja, al hijo de un alguacil. Después de cuatro años de cárcel, como sus padres quisieran colocarle en una tienda de platero, se desgarró para siempre. Su repugnancia por todo oficio mecánico y un exceso de voluntad errabunda le arrojaron por el camino soldadesco.

¡Echad! exclamó al cabo de un rato Van-Stael. Los chinos arrojaron los moluscos en las calderas. Por algunos instantes se les vió agitarse y contraerse desesperadamente; después quedaron inertes en el fondo del agua, que hervía a borbotones. El Capitán, entre tanto, no apartaba la vista del reloj que había sacado, y que tenía en la mano. Ocho minutos dijo ; el trépang está a punto.

Algunos de los náufragos se arrojaron al mar; pero ¡por el ángel de San Pedro! había que nadar contra viento y marea para llegar a la escampavía, que no obstante no estaba lejos. Imposible. Se ahogaron, pues, los imprudentes, después de haber sido cegados por el remolino de las olas, que les azotaba y les ensangrentaba la cara.

Pero no lo es añadir que en algunos el exceso de la emoción fué tan grande que no pudiendo sobreponerse á ella arrimaron su cabeza febril á la pared y arrojaron por la boca toda la sidra que habían bebido, mientras otros caían desplomados debajo de la mesa para no levantarse hasta el día siguiente.

Tanto, que una noche, en Calatayud, me arrojaron todo ese hierro al escenario, como símbolo de mi habilidad. Por poco se hunde el tablado. Guardo esa cadena como el mejor recuerdo de mi efímera vida artística.

El cura de Tintay, que era un venerable anciano, se presentó en la puerta de la iglesia parroquial con un crucifijo en la mano, amonestando a los profanadores e impidiéndoles la entrada. Pero los indios, sobreexcitados por la bebida, lo arrojaron al suelo, pasaron sobre su cuerpo, y dando gritos espantosos penetraron en el santuario.

Bien pronto Saint-Pol, dominado por sus grandes edificios negros y sus campanarios de piedra, se presentó vago e incierto a través del vapor que ascendía de las aguas, después se dibujó de una manera más precisa, cuando los pálidos rayos del sol de noviembre arrojaron el aire espeso y húmedo de la mañana.