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Actualizado: 1 de junio de 2025
El encuentro fué, ciertamente, desgraciado, pues apenas se vieron los rivales, enzarzáronse de palabras, tirando de las espadas, y, con gran cólera, se arremetieron briosamente; mas como quiera que los Esquiveles eran varios, y en auxilio de ellos vinieran algunos criados, vióse el caballero, que estaba solo, obligado á huir, arrojando el acero.
Los nuestros, a quien la desesperación, de valientes, hizo valentísimos, añadiendo a la temeridad nuevos bríos, arremetieron al navío y casi sin recebir herida le entraron y le ganaron, y alzóse una voz entre nosotros que a todos les quitásemos la vida por ahorrar de balas y de estómagos por donde se fuese el bastimento que en el navío hallásemos.
Pitum y Corací, como los vieron Salir con tal esfuerzo y gallardía, Con rabia y con furor arremetieron, Y las picas calaron á porfia. Los gallardos mancebos acudieron Con tal ardid y maña y osadía, Que traban en un punto tal batalla Que Marte no cansára de miralla.
Guerreros ambos de mucha nombradía, sus proezas los habían llevado á muy distintos países y campos de combate, sin darles hasta entonces la oportunidad de medirse cuerpo á cuerpo. Dióse la señal, y puestas las lanzas en los ristres arremetieron uno contra otro ambos combatientes, encontrándose con tremendo choque frente á la regia tribuna.
Y como los turcos hobieron asegurado un poco á los del fuerte, mostrándoles buen rostro y el semblante alegre, de allí á dos horas, al poner el sol, estando todos bien descuidados desto, arremetieron por todas partes y sin mucha resistencia entraron dentro y encomenzaron á matar á cuantos hallaron en aquella primera furia, y así murieron muchos, especialmente aquéllos que estaban enfermos y heridos, y la mayor parte de aquéllos se hallaron en el caballero del señor Andrea Gonzaga, porque no se querían rendir sino peleando, se defendían cuanto podían, y así los que escaparon con la vida, fueron tomados con sus armas defendiéndose, y éstos fueron los que estaban bien armados, y así acabaron todos muy honrosamente, como valientes y esforzados capitanes y soldados.
Después de esta tirada, sombría como un lamento, que el tenor cantó con todo el énfasis de que es susceptible un ebanista en casos semejantes, las doncellas arremetieron vigorosamente con el alegro. «El pueblo animoso Y lleno de esperanza A gozaaaaar se lanza Con mágico ardor.»
Pero en breve arremetieron de nuevo, en mayor número, á disputarse las cortezas que yo arrojaba al suelo; y hube de ponerme en salvo para no claudicar entre aquella vorágine de mendigos impúberes. No les bastaron las monedas y las naranjas, pues en un instante se tragaron todas las cortezas, como si fueran pedazos de pan!
Sentámonos nosotros, y yo, que vi el negocio malparado y que mis tripas pedían justicia, como más sano y más fuerte que los otros, arremetí al plato, como arremetieron todos, y emboquéme de tres medrugos los dos y el un pellejo. Comenzaron los otros a gruñir; al ruido entró Cabra, diciendo: -Coman como hermanos, pues Dios les da con qué. No riñan, que para todos hay.
Esto le respondí yo, creyendo no decían verdad en la cantidad del bastimento que señalaban; pero ellos, viéndose superiores y aventajados en el puesto, no temieron nuestras amenazas ni admitieron nuestros ruegos; antes arremetieron a las armas y se pusieron en orden de defenderse.
No lo dudo; ni tampoco de que les darás buen ejemplo; pero llegamos á la puerta de Segovia: adentro, y torzamos hacia el alcázar. Arremetieron los dos jinetes por la puerta, y poco después Quevedo, echando pie á tierra en la puerta de las Meninas, dijo á Juara dándole las bridas: Desde ahora estás á mi servicio. Muy bien, don Francisco, y me alegro.
Palabra del Dia
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