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Sus piernas quedaban algo descubiertas por el arrugamiento de la falda corta; unas piernas finas, que mostraban la blancura de su carne á través de las mallas de seda de color habana. ¿Miras mis medias? preguntó ella, pasando repentinamente de la tristeza á la risa . Fíjate. Eso que llevan al lado no son adornos, son zurcidos. Mi doncella me las arregla muy bien. ¡Qué quieres! Somos pobres.

Tiene una muchacha decían sus camaradas que le arregla y le cuida: una verdadera ganga, y además, guapa. ¡Qué suerte la de ese chico!... Y comentaban el astuto recelo de Maltrana, que, conociendo la lengua libre y las audacias de la tropa menuda de sus amigos, cuidábase de ocultarles su domicilio.

Además, hay que agradar, hacerse amar... ¡Qué trabajo de Hércules, Dios mío! ¿Cómo se arregla una para hacerse amar? ¿Por dónde se empieza? ¡Si usted cree, señor cura, que estas cuestiones son fáciles de resolver!... Mi padre no parece que las encuentra la menor dificultad, pero es por su infatuación paternal. Y luego, ¿a quién quisiera yo agradar?

Mamá llora y dice: «¡Pobrecita hija! Si se la ha de llevar un hombre, más vale que sea este señor de la levita larga, que ya entiende de jabones». Ya veras qué bien se arregla todo. No participaba yo, como he dicho, de su optimismo. El cuadro sinóptico del bendito señor me traía loco.

Con razón decía madame Delepinasse que la mujer se desesperaría si la Naturaleza la hubiera hecho tal como la arregla la moda. Seguramente renunciaríamos al don de la vida si hubiéramos de nacer con miriñaque, polisón o faldas trabadas.

Ilumina el comedor, saca la vajilla fina, arregla el gabinete azul y toma del armario la ropa mejor para ponerla en la cama... Que no le falte absolutamente nada. Ayúdala a desvestirse: cualquier cosa que ordene la hacéis inmediatamente. ¿Estás enterada? , señorito; pierda usted cuidado, que se la tratará como quien es.

Botín se arregla para sacarlo, da una pequeña parte al Ayuntamiento, y con el resto y la subvención van construyendo el ferrocarril sin adelantar una peseta. El Gobierno les da prórrogas.

No, Melchor... nosotros no pretendemos contrariarte, ni primar en tus resoluciones sensatas; pero necesitas, por tu bien, salir de aquí... acuérdate de las últimas cartas de tu casa. Yo las voy a contestar. Contéstalas yendo, anda a ver a los viejos, arregla tu situación en tu oficina. ¡Para lo que me importa del empleo¡ ¡bien me pueden destituir!

No acaba una de ver verdades que parecen mentiras... En fin, otros son peores que este D. Carlos, que al cabo da algo, aunque sea por cuenta y apuntación... Peores los hay, y tan peores... que ni apuntan ni dan... El cuento es que con estos dos duros no se me arregla el día, porque quiero devolverle a Almudena el suyo, que bueno es tener con él palabra.

Una comedia en Manila se arregla en dos horas, habiendo un socio capitalista que tenga en cartera hasta un billete de Banco de 10 pesos, ó un crédito en plaza, ó plazuela, de 20 pesetas; capitales que, aunados con un industrial que á la par de socio sea cómico, cantante y bailarín, se concierta un programita.