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Actualizado: 11 de junio de 2025
Si la ría pudiera ruborizarse no dejaría de hacerlo al oírse calificar tan hiperbólicamente de inmensa llanura, si no es que creyéndolo broma de mal género lo echase a mala parte y se enojase seriamente. De todos modos, el viento se encargó de vengarla arrebatando de improviso el sombrero del inspirado cantante y cortando el arroyuelo, por no decir el torrente, de su voz.
Leíanse los fascinadores párrafos cien y cien veces, arrebatando el periódico a Julieta doña Juana; a doña Juana don Simón, y a don Simón Julieta; y así una hora y dos horas, y toda la mañana y toda la tarde, sin cruzarse una palabra entre los tres individuos de la familia; pero riéndose todos, como idiotas, a cada instante; tal vez pensando en el efecto que estarían causando en el público las noticias, y ¿a qué negarlo?, en el elegante periodista.
¡A matar el perro! Sí, señor; el señor Duque me dió esa orden, porque soltó una liebre después de cobrarla. Gonzalo se puso lívido. ¡Y qué tiene que mandar ese sinvergüenza!... rugió sin poder proferir más palabras, arrebatando al mismo tiempo la cadena de manos de Ramón, con tal fuerza, que le hizo tambalearse.
No; la sociedad no era un ejército; era más bien un rebaño triste y manso, que los malos pastores obligaban a pastar en campos de desolación, reservándose para ellos las mejores tierras. Los lobos de la desgracia rondaban en torno de él, arrebatando las reses más débiles, las que marchaban a la cola. Te digo, Isidro continuó , que soy otro, y que cada día pierdo algo de mis creencias.
Pero el tabernero, cada vez más colérico, exclamó: ¡He dicho que bailará esta noche, y ha de bailar con los santos óleos puestos!... ¿No quieres tocar?... Pues tocaré yo. Y arrebatando á Paca la guitarra, comenzó á rasguearla diciendo imperiosamente: Á empezar. Soledad avanzó hasta el medio del cuarto y dió comienzo al baile. Estaba pálida.
Ella casi siempre llamaba a su marido Quintanar. Además, la sonrisa no disimulada de la doncella aumentaba las sospechas de la señora. Calló y procuró ocultar su confusión. Entonces acercándose más a la cama y bajando la voz Petra dijo, ya seria: Han traído esto para la señora.... ¿Una carta? ¿De quién? preguntó en voz trémula Ana, arrebatando el papel de manos de Petra.
Mutileder no se amilanó al saber que Echeloría estaba en el harén salomónico; antes dispuso quedarse en Jerusalén, espiar ocasión oportuna, y, no bien se presentase, asirla por el copete, arrebatando a la linda moza de entre las manos del Rey Sabio. No por eso pensó en hacer el más leve daño a Salomón.
No considerándose aún desagraviada Isidora con estos regalitos, negose a admitirlos; pero Mariano se abalanzó al plato más pronto que la vista, y arrebatando el turrón, empezó a engullir con tanta prisa, que no pudo su hermana evitarlo. «¡Malcriado..., glotón! le dijo cuando otra vez se quedaron solos . ¿No has comido ya bastante?». Mariano negó con la cabeza, por no poder hacerlo con la boca.
La rueda de los coches, al pasar por delante de la gran escalinata, iba arrebatando poco a poco a los que allí estaban para dispersarlos por todo Madrid en busca de reposo. Pepe Castro se había colocado al lado de Esperancita y la hablaba dulcemente al oído. La niña, embozada hasta los ojos, sonreía sin mirarle. Cuando su coche llegó al fin, se estrecharon las manos largamente.
La vida efectiva no aparece nunca, y nos apresuramos a hacer desaparecer los documentos de ella, arrebatando a la publicidad las cartas de personajes fenecidos, por ese ridículo miedo a la verdad que es propia de los que se habitúan a vivir en una atmósfera de artificios. De aquí la oscuridad que envuelve sucesos casi recientes.
Palabra del Dia
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