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Tenía los ojos arrasados de lágrimas. Apenas podía hablar. Levantó el único brazo que tenía expedito, y me acariciaba con dulzura infantil. ¡Aquí, a mi lado! Siéntate aquí, mientras te ponen la cena. ¿Tendrás hambre, no es cierto? Se come muy mal por esos caminos. ¡Pepa, Pepa! Pon la vela aquí, cerca, para que vea yo bien al señor de la casa.

Pero , que me amas tanto continuó ella con dulzura, ¿por qué has querido morir? ¿por qué me has abandonado? ¡Era necesario! exclamó Carlos, con los ojos arrasados en lágrimas.

Sin duda por esta causa, son muchos los que hacen el viaje hasta la Ciénaga ó Luyanó, después de despedirse de amigos y familiares con los ojos arrasados por las lágrimas, y gritando desde la plataforma que telegrafiarán, en cuanto lleguen á Songo. Un caballero de aspecto pacífico y eminentemente mercantil es el que primero rompe el fuego, con estas palabras, que nos dejan sorprendidos.

La doncella clavó la aguja en el lienzo, y pálida como una muerta, arrasados en lágrimas los ojos, contestó, sonriente: Señora... ¡quién sabe! Es buena, muy buena... pero las Tejedas no la quieren; ni tampoco las Castros; ni las Martínez, ni otras. ¡Y yo no por qué! Será porque esa señorita es más elegante que ellas, y más bonita, y de muy buen trato.

Por lo mismo, me apresuré a tranquilizarla respecto a mis intenciones. La hablé con la elocuencia del sentimiento, con su forma poética, porque estaba seguro de ser comprendido por ella: con toda la espontaneidad de mi franqueza y de mi desinterés, y logré que Amparo se tranquilizase completamente. ¡Ah! me dijo con los ojos arrasados de lágrimas: ¡Dios se lo pague a usted!

Acaso tengas que tratar con los mozos.... Te encargo mucha prudencia, mucha seriedad.... Vamos, dame otro abrazo, y ¡que Dios te lleve con bien! La pobre anciana tenía los ojos arrasados en lágrimas, y hacía grandes esfuerzos para aparentar calma y serenidad. Tía Pepa nos miraba y sonreía tristemente. Abracé a la enferma, le un beso en la frente, y salí de la estancia.

Misia Casilda quedó espantada, temblando más de susto que de frío. ¡Ah! ¡Dios mío! ¡se va a jugar! Quilito juega, Quilito juega... ¡Dios mío, Dios mío! Pasó el resto de la madrugada en vela, y el alba la encontró acurrucada en la cama, los ojos arrasados de lágrimas amargas; se oían rodar los carros en la calle, cuando entró el niño.

Traga-santos, horrorizado, no quiso oir el resto de la frase, y se apresuró á volver á la ermita para pedir al Santo, con los ojos arrasados en lágrimas, que detuviese con su intercesión la mano de Dios, sin duda levantada ya para castigar terriblemente al pueblo español por aquellos sacrilegios.....

Y siguieron andando, sumidos uno y otro en sus reflexiones. ¿Por qué siento a veces en el pecho, bajo el corazón, algo que me oprime, que me pesa? Di, Nicolás. ¡Es natural! En una casa de locos no puede uno menos de fastidiarse alguna vez. ¿Crees...? Pomerantzev volvió la cabeza hacia San Nicolás. Este le miraba con afecto y sonreía dulcemente. Tenía los ojos arrasados en lágrimas.

Era un antiguo criado nuestro que cuando la familia vino a menos dejó la casa y se dedicó al comercio. ¡Andrés! ¿? ¡Qué grande está usted! No me hables así. ¡De ! ¡De ! El buen viejo, trémulo de emoción, arrasados en lágrimas los ojos, me echó los brazos. ¡Estás hecho un hombre! ¡Y qué buen mozo! ¡Si el amo viviera!... ¡Si tu mamá pudiera verte!... ¿Y mis tías?