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Actualizado: 7 de junio de 2025


Un momento después se abrió la puerta y apareció en el umbral una graciosa aparición haciendo el saludo militar. ¡Buenos días, mi capitán! ¡Miss Darling! exclamó vivamente el joven levantándose de un salto. ¡La señora de Argicourt! dijo la tía Liette dirigiéndose a la segunda visitante.

Carlos se calló, vencido y contento. La madeja estaba devanada, pero el joven permanecía a los pies de su madre adoptiva, apoyado en su butaca como cuando siendo pequeño, venía a que le hiciera mimos. Liette, tiernamente maternal, jugaba distraídamente con los dorados del uniforme. Decididamente, ¿irás a Argicourt? ¿Te da miedo la linda castellana?

Una visita de cumplimiento a Argicourt, donde tendría acaso la suerte de un encuentro fortuito, de una entrevista rápida, de una despedida trivial, y nada más. ¡Era poco! ¡Ah! tía Liette, tía Liette... No la acusaba, seguramente; debía de tener buenas razones... De otro modo, ¿le hubiera causado semejante pena con mala intención?

Gracias a tus lecciones, tío. fuiste quien me puso la primera vez a caballo. ¡Ay! parece que te estoy viendo todavía con mi pobre Blanca. ¡Qué lejos está eso, Dios mío! Y después, cuántas penas... Su blanca cabeza se inclinó sobre el pecho. Raúl se callaba, respetando aquel gran dolor. Esta mañana saliste muy temprano dijo al fin el anciano haciendo un esfuerzo. , he estado en Argicourt.

El señor de Candore había invitado colectivamente a todos los cazadores presentes en Argicourt a una gran batida en sus bosques en la semana siguiente. Y el joven oficial no esperaba más que la invitación particular fijando el día definitivo, cuando la tía Liette le dijo después de una ligera vacilación: ¿Deseas mucho ir a esa cacería? ¿Si lo deseaba? ¡Oh! ... Carlos la miró muy sorprendido.

¡Oh! eso es grave, hija mía dijo la tía Liette sonriendo a pesar de su tristeza. ¿Verdad que ? respondió cándidamente la joven miss. Así fue, que cuando el señor de Argicourt fue a acompañarle, los seguí con disimulo y me puse a escuchar... que hice mal, tía Liette... Liette le estrechó la mano, como para animarla.

En primer lugar, cierto señor Darling, tío y tutor de una riquísima americana, actualmente en el castillo de Argicourt, y que parece querer muy bien a nuestro africano, a quien encontró en el curso de un viaje a Argelia, donde les prestó un señalado servicio... Y además... Además el conde de Candore, apasionado de la joven miss y a quien los laureles del capitán Raynal impiden dormir.

, pero en el regimiento se borran las distancias, y, rico o pobre, un oficial vale lo que otro... mientras que hoy el señor de Argicourt vive en sus tierras, rico y casado... con una extranjera según creo... Una americana del Norte... Que le ha hecho presentar la dimisión... Viven muy en grande según parece... Hacen la vida que exige su clase y la fortuna de su mujer.

Así fue que vio con una especie de alivio la verja del castillo de Argicourt, donde Eva estaba de temporada en casa de unos amigos comunes. ¡El, que se regocijaba por tal vecindad, sin haber previsto el tal militarcito!... ¿De dónde diablos había salido? Raynal... El capitán Raynal... Desde su matrimonio no había sabido nada de Liette...

¡Loco! dijo Liette, divertida y feliz, arrojándole un ovillo de lana... Y mientras buscaba el nudo, le dijo insistiendo afectuosamente: ¿Irás a Argicourt? Conozco muy poco a los dueños. ¿No ha sido el barón tu camarada?

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