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Actualizado: 26 de septiembre de 2025


Otro hombre, está sentado al borde de la cama y se encorva bajo el peso de gruesas cadenas: es el gitano y aquel ataúd es el suyo : el hombre que reza arrodillado es el verdugo. El gitano ha sido juzgado y condenado, y, según la costumbre, ha de permanecer en la capilla o capilla ardiente los tres días que preceden a su suplicio.

Después de una galopada bastante larga, la joven se volvió como si sintiese la ardiente caricia de aquella mirada fija en ella y dijo riendo, quizá para ocultar su confusión: Creo que nos hemos perdido. En efecto... ¿Desea usted mucho encontrar el camino? Haremos lo que usted quiera.

El paraje mismo donde trabajan, tiene en algo de terrible; no durante el verano, cuyo ardiente sol dora las hojas de los árboles y hace sonreir hasta el horror de los precipicios, pero en el otoño, cuando las nubes pasan corriendo por encima de los sombríos barrancos y dejan en las cimas de los montes sus jirones como gigantescos lienzos rotos, y el viento, ya helado, penetra con estruendo en los estrechos valles, produciendo un prolongado ruido de trueno que repercute á lo lejos.

El cerrojo lanza al caer una interjección uraña y reconfortante, y el ascua nos recibe con su ardiente fascinación que amodorra las ansias y desapega de todos los afanes del siglo. Una enorme hostilidad se cernía. El cielo estaba ceñudo, el aire maligno y poblado, quizá, de espíritus dañosos. Las lúgubres consejas, escuchadas allá en la torre, siendo niño, volvían a la memoria del mancebo.

Por medio de un poder superior a todos los que acabo de servirme, por un hechizo irresistible nacido en un astro maldito, resto ardiente de un mundo que ya no existe, infierno errante en medio del eterno espacio; por la terrible maldicion que pesa sobre mi alma, por el pensamiento que tengo y que esta a mi rededor, os requiero la obediencia: pareced.

El, por su parte, le profesaba una afición tan ardiente, tan exclusiva, que en ciertos momentos se convertía en verdadera fiebre. Cada vez que tenía que apartarse de sus faldas para ir al colegio le costaba lágrimas. Exigía que se pusiera al balcón para despedirle. Antes de doblar la esquina de la calle, se volvía más de veinte veces para enviarle besos con la mano.

-No es eso -respondió don Quijote-, sino que el sabio, a cuyo cargo debe de estar el escribir la historia de mis hazañas, le habrá parecido que será bien que yo tome algún nombre apelativo, como lo tomaban todos los caballeros pasados: cuál se llamaba el de la Ardiente Espada; cuál, el del Unicornio; aquel, de las Doncellas; aquéste, el del Ave Fénix; el otro, el Caballero del Grifo; estotro, el de la Muerte; y por estos nombres e insignias eran conocidos por toda la redondez de la tierra.

El ardiente deseo de aprender invadió también al bello sexo, y en muchas cátedras de esas universidades se enseñaba también á las mujeres . Como prueba de que se cultivaban otros estudios á la vez que los clásicos, pueden servir en la historia el nombre de Mendoza, y el de Montalvo en la jurisprudencia; y para dar una idea de las obras innumerables de todo género que entonces se publicaron, baste decir que el arte de la imprenta no descansaba un momento, y que España contaba en el siglo XVI más prensas que ahora .

La joven, asustada por aquellas efusiones, y por el tono ardiente de la voz, apartó la cabeza y murmuró: Pero, ¿quién sois, entonces? ¿Quién soy? ¿Quién soy?... repitió la viuda casi loca y con una vehemente imprudencia . ¿Quién soy?... El secreto de mi amor, de mi vida. Yo soy tu... ¡Oh! ¡Dios mío! ¡qué locura iba a hacer! Y retrocedió temblando.

Pero apenas me vísteis, bajásteis los ojos como una niña que recibe la primera revelación de amor en la mirada de un hombre; os pusisteis seria y grave. ¡Ah, ah! ¿y creéis dijo con acento ardiente Dorotea , creéis que os habéis entrado en mi alma en el momento en que os he visto?

Palabra del Dia

sucintamente

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