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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Gallardo, mientras tanto, iba hacia la presidencia para saludar, y los entusiastas incondicionales le acompañaban con un aplauso tan ruidoso como poco nutrido. No ha tenío suerte decían con su ardiente fe a prueba de desengaños . Pero las estocadas, ¡qué bien marcadas!... Eso no hay quien lo discuta.

Si creyéndola víctima de la crueldad del otro, le había dado toda la compasión de que su corazón era capaz, ¿no debía, cuando ya el voluntario sacrificio la había rehabilitado, darle una compasión más ardiente aún, la compasión aliméntala por el remordimiento? Toda la seguridad de los juicios se volvía entonces en su contra. ¿Quién era él, que pretendía condenarlo?

Reunía a una memoria feliz, una concepción rápida, una imaginación ardiente y unos sentimientos nobles y elevados que no nacían en la imaginación, sino en el corazón. Tales eran las cualidades que brillaban en él de una manera notable.

Y se encogió, se dilató su pecho, y lanzó un aliento que rugía, poderoso, ardiente, indicio de la horrible lucha que conmovía su alma destrozada. , dijo impaciente Dorotea.

El ministro de la Justicia, á quien fui á visitar con el fiscal del Tribunal supremo, se interesa prodigiosamente en este asunto. Es un ardiente liberal á quien gustaría que en su tiempo ocurriese la reparación de una gran injusticia. Nos han fastidiado mucho, desde hace algún tiempo, con las revisiones aventuradas y estamos encantados de intentar una ventajosa.

Fué ardiente revolucionario, como sus hermanos Manuel y Rafael. Cursó el bachillerato con los jesuitas. Escribió sus primeras poesías a los 17 años. En 1912, los hermanos de José Palma editaron un tomito de las poesías del poeta muerto, bajo el título de Melancólicas, con prólogo de Cecilio Apostol.

Las guitarras sonaban metálicamente bajo los golpes violentos y secos en las bordonas; el acordeón se quejaba en el desmayo rítmico de sus notas, prolongadas en calderones que le exigían todo el desarrollo de su caja y, aprovechando uno de éstos, Melchor se puso al frente de la rubia arrastrando la pierna izquierda cuyo pie trazó en el suelo un semicírculo y pasándole el brazo derecho por el talle, al que se ajustó como un cinturón ardiente, le tomó, con toda delicadeza, la punta de los dedos de su mano derecha que levantó hasta la altura de los hombros y mirándola lánguidamente en los labios temblorosos, empezó a bailar tan unido a ella

Lázaro tuvo esta pasión: sintió en el ardor del patriotismo, creyóse llamado á ser apóstol de las nuevas ideas, y con ardiente fe y noble sentimiento las abrazó. ¿Pero existen estas resoluciones inquebrantables sin mezcla de egoísmo? Egoísmo sublime, pero egoísmo al fin. Lázaro tenía ambición. ¿Pero qué clase de ambición?

La señorita de Pastor, ardiente defensora de los fueros gramaticales, prometióle hacer por todas partes propaganda de la tranvía; pero escapósele al bueno de don Casimiro que era el académico en cuestión don Salustiano Olózaga, y Leopoldina varió al punto de dictamen, exclamando muy enfadada: ¡Imposible que sea femenino!... Olózaga es un indecente amadeísta que ha impuesto a Thiers el Toisón de oro; y eso no se lo perdona ninguna alfonsina... ¡Pues no faltaba más!... ¡El tranvía se dice, y el tranvía se dirá!...

Vaya mi clara voz de gente en gente, Y en dulce y suavisimo sonido Llene las almas de un deseo ardiente De eternizar un hecho tan subido.

Palabra del Dia

bagani

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