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Actualizado: 14 de junio de 2025


Cuando llegó y dejó de nuevo el aparato sobre la mesa, los ojos se volvieron anhelantes hacia el jefe de la familia, quien, después de toser otras dos o tres veces, dijo solemnemente, dirigiéndose a su hijo Carlos: Carlitos, ten la bondad de desarmar el aparato, a fin de que sepamos, si es posible, dónde reside la falta.

Me parecería ya pesado el tema; pero eso mismo me demostraría la importancia que él le daba... Todo esto, dicho entre quejidos y pausas anhelantes, con voz apagada y sepulcral, a la luz extenuada del velón colocado sobre la cómoda, que sólo servía para extremar la palidez cadavérica del enfermo, entre olores de éter y romero, mientras seguían fluyendo las canales y rezongando el vendaval afuera, resultaba bien triste ciertamente.

En todo aquel día el juzgado no cesó de trabajar. Se tomó declaración a cuantas personas pudieron haber tenido relación con el niño en aquellos días, a las niñeras que le habían visto en el Retiro, a los chicos, a sus padres, etc. Mario y Carlota recorrían llorosos, anhelantes las casas de todos los conocidos buscando alguna noticia. Al llegar la noche nada se sabía aún.

Veinte y treinta días se pasan muy pronto cuando hay citas cuotidianas en una huerta, diálogos anhelantes, dudas no resueltas, preguntas mal contestadas y angelitos bordados con los labios negros. Así es que llegó un día en que Lázaro se puso á jurar por todos los santos del cielo que no permitía que Clara se fuera de allí.

Corriente; pero sucede que no existe ese hijo, y que tampoco me dijo usted si la falta de él puede sustituirse con... algo. ¿Con qué, Marcelo? ¿Con qué? Y aquí el bendito de Dios erguía su cabeza, alargando el pescuezo descamado y rugoso y devorándome con los ojos anhelantes.

Como un galgo persigue al través de la verde llanura á la liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.

Aquellos brazos le apretaban como si fuesen de hierro, y una nube de besos ardorosos corría por todo su rostro, sin tregua. No se oía en la estancia más que el suave rumor que producían y el resuello de dos pechos anhelantes. Al fin, el sacerdote, con un supremo esfuerzo, se desligó. La joven cayó pesadamente en la cama.

Los perros de caza, despeados y anhelantes de fatiga, se habían sentado al pie del crucero; el abad picaba con la uña una tagarnina para liar un pitillo, cuyo papel sostenía adherido por una punta al borde de los labios; Primitivo, descansando la culata de la escopeta en el suelo, y en el cañón de la escopeta la barba, clavaba sus ojuelos negros en el recién venido, con pertinacia escrutadora.

Ella replicaba que sólo se adora a Dios y a los santos, que le bastaba ser querida, pero muy querida, y que la única ambición de su vida era ser mi mujercita, que yo la llevase a donde bien quisiera, aunque fuese a Galicia. Viendo sus ojos posarse sobre los míos anhelantes, escuchando su dulce acento enternecido, cualquiera diría que estaba profundamente enamorada de .

Pero es una cosa enorme... que yo no quisiera creer..., que no la creo respondió estremeciéndose; y en seguida, con un timbre de voz indefinible, porque me sonaba a todo lo siniestro, desde la maldición hasta el quejido, preguntome, con sus ojos anhelantes fijos en los míos asombrados : Dime, madre, ¿es verdad que eres... mala?

Palabra del Dia

rigoleto

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