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Actualizado: 12 de junio de 2025
Después comenzó el peregrinaje por las oficinas en pos de la soñada patente, que era su riqueza futura, y al cabo de amargas andanzas se mofaron de él, de su invento y de su calva, y los ujieres le echaron al arroyo con vayas y sinrazones. En el café, en la calle, a solas con las fementidas tapias de su mechinal solitario, peroraba con esa exaltación de loco de los inventores.
Después los forasteros, en agradecimiento, los convidan y llevan á sus rancherías, correspondiendo con el mismo trato, cumplimientos y bárbara cortesanía, y éstas son todas sus andanzas y peregrinaciones.
Bajaba, pues, hacia el pueblo aquella inolvidable mañana de un día de los últimos de agosto, recapitulando lo más sustancial y práctico de lo muchísimo que había cavilado por la noche; contemplaba por última vez, con los ojos de la imaginación, el panorama de mi pasada vida y mi probable paradero con los rumbos adoptados en ella, examinaba después el cuadro de sucesos e impresiones que me había traído últimamente a aquellas tan peregrinas andanzas; empeñábame de nuevo en distinguir lo principal de lo accesorio, las causas de los efectos, en el complejo montón de ideas e impresiones que me llenaba la cabeza y el corazón; sentíame unas veces enardecido y valeroso, y otras un poquito menos, pero nunca arrepentido ni desalentado...
Don Acisclo idolatraba, pues, al P. Enrique, y hablaba de él con complaciente jactancia, diciendo: Aquí servimos para todo; lo mismo para un fregado que para un barrido; yo quise ser millonario y lo soy; a Enrique le dio por la santidad y aún le hemos de ver en los altares . Para demostrarlo y hacer probable el cumplimiento de su vaticinio, D. Acisclo refería a menudo las andanzas del P. Enrique: de modo que doña Luz le tenía por conocido y amigo, aunque hacía cerca de veinte años que él faltaba del lugar y de Europa.
El maestro afirmaba, que el mismo general lo había nombrado alférez en los últimos meses de la guerra, por ser más instruído que sus desarrapados camaradas. Así entró Marcos Toledo en el palacio de los Lubimoff. El grave marido de la princesa rió con una alegría juvenil al conocer sus andanzas de emigrado en París.
En sus andanzas, había viajado por los países más adelantados y modernos, observando muchas veces que el marido trabaja con una intensidad extraordinaria, pasando el día fuera de su domicilio en lucha áspera por conquistar el dinero, mientras la mujer se queda en su salón tocando el piano y recibiendo visitas.
Todos sus desórdenes y malas andanzas son de escalera abajo. Lo singular del tipo está en su absoluta carencia de idealismo. Todo es vulgar en torno suyo: sus amigos, su criada, su manceba. Y así debía ser para que el libro surtiese el efecto que el señor Pereda se propuso.
Deleitaba á Rosalindo contándole sus andanzas en el Japón, su vida de marinero á bordo de la flota turca y sus expediciones siendo niño á la California, en compañía de su padre, cuando la fiebre del oro arrastraba allá á gentes de todos los países. ¡Lo que podía importarle á un hombre de su temple lanzarse por la Puna de Atacama, hasta dar con la tumba de la difunta Correa!... Cosas más difíciles tenía en su historia, y no iba á ser la primera ni la décima vez que atravesase los Andes, pues lo había hecho hasta en pleno invierno, cuando los senderos quedan borrados por la nieve y ni los animales se atreven á salvar la inmensa barrera cubierta de blanco.
No sonrían ustedes; ya sé que mis viajes en buque de vapor, en ferrocarril ó en mula, no pueden compararse con los penosos avances de aquellos exploradores de piernas de acero y pechos de bronce. Pero no crean tampoco que mis andanzas á través de la tierra americana han sido envidiables por su comodidad. También yo he sufrido grandes privaciones.
En esta cuenta, si bien alguno pueda tenerse por español, como Miguel de Barrios, que nació en Montilla, aunque de origen portugués, pone nuestro autor á Manasés ben Israel, á los Abarbanel y Abohab, á Baruch Nehemias, á David Neto, á Isaac Orovio de Castro, á Samuel Silva, á Moisés Pinto Delgado, á Abraham Pizarro, á Abraham Ferreira, á Antonio Henríquez Gómez, y á no pocos más, mostrando notable diligencia en los informes que da de las varias andanzas y de los escritos de cada uno de ellos.
Palabra del Dia
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