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Era un águila atlántica majestuosa y fiera, con el perfume salino de la inmensidad y la carne coriácea de la fuerza. Pero los años habían pasado, disolviendo la orgullosa ilusión de la juventud que se considera inmortal, y ahora el ave arrogante del infinito azul se veía obligada á buscar su comida en los excrementos oceánicos amontonados en la costa.

Encontró al joven en un pequeño y obscuro cuarto, donde estaban amontonados los muebles que había sido necesario sacar de las otras habitaciones, sentado en un cofre de madera volcado, meditando, con la cabeza entre las manos. Roberto, amigo mío, ¿qué haces ahí? le gritó. Ustedes siempre tan alegres por allá, ¿verdad? El doctor le puso las manos sobre los hombros: Me inquietas, amigo mío.

Comenzaban a arder las esteras viejas, las sillas cojas y demás muebles recogidos en los desvanes del barrio y amontonados en el interior de la falla. El rojo resplandor iluminaba la parte baja de los figurones. ¡Que toquen la Marsellesa! gritó un vozarrón anónimo con acento imperioso. Un estremecimiento pareció correr por la muchedumbre, saltando después de balcón en balcón.

Ferragut tuvo la seguridad de que los fugitivos se reían de él al verle correr por la cubierta, que empezaba á combarse echando fuego por sus resquebrajaduras. Se vió, sin saber cómo, en el bote más pequeño, rodeado de varios negros y diversos objetos amontonados con la precipitación de la fuga: un barril de galleta medio vacío, otro de agua que sólo contenía unos pocos litros.

Vio la cama levantada, tiesa, muda, fresca, sin un pliegue; salió de la alcoba; en el despacho reparó el sofá de reps azul, las butacas, las correctas filas de libros amontonados sobre sillas y tablas por todas partes; se fijó en el orden de la mesa, en el del sillón, en el de las sillas. Parecía olfatear con los ojos.

Lo cierto es que había motivo para ello... Figúrese usted seiscientos cadáveres amontonados sobre la arena, revueltos con astillas de madera y jirones de lona... ¡Pobre Ligera!... El mar la había molido de golpe y hecho trizas en tal forma, que el pastor Palombo apenas ha podido encontrar entre todos sus residuos con qué hacer una empalizada para su choza... En cuanto a los hombres, desfigurados casi todos, espantosamente mutilados... inspiraba compasión el verlos asidos unos a otros, en racimos... Allí estaban el capitán con uniforme de gala, el capellán con la estola al cuello; en un rincón, entre dos peñascos, un grumete con los ojos abiertos... parecía vivo todavía; ¡pero, no!

Aprovechando un momento de confusión, Lola se escurrió y volvió trayendo en la falda del vestido una mescolanza de naranjas, trozos de piñonate, almendras, bizcochos, pasas, galletas, relieves de la mesa amontonados a escape, que comenzó a distribuir con largueza y garbo. Doña Dolores saltó hecha una furia.

A veces también pasaban trenes tan lentos como el nuestro, cargados con grandes barcas, donde los soldados würtembergueses, amontonados como en una carroza alegórica, cantaban barcarolas a tres voces, al huir ante los prusianos.

Sobre la mesa descansaban algunos breviarios, algunas plumas de ave, algunos tinteros y una buena cantidad de polvos de escribir. Un armario inmenso, colosal, tapaba casi por entero uno de los lienzos de la estancia. Cerca de él, amontonados formando pila, unos cuantos feísimos y desvencijados cofres.

La piratería y el contrabando formaban el pasado histórico de todos los pueblos que visitaba Ulises, amontonados unos al abrigo de un promontorio coronado por un faro, abiertos otros en la concavidad de una bahía moteada de islotes con cinturas de espuma. Las viejas iglesias tenían almenas en sus muros y troneras junto á las puertas, para el disparo de culebrinas y trabucos.