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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Arrastraba aquella mujer una astrosa bata de lana roja con cuadros negros, que parecía haber servido de alfombra en un salón de baile de Capellanes. «Guárdeme la tienda un ratito le dijo la Sanguijuelera , que voy con mi sobrina a un recado... ¿No conocía usted a mi sobrina? ¿Ve usted qué moza?... Isidora, esta señora es una amiga..., pared por medio.
Yo vi en seguida que se habían entablado relaciones amorosas entre nuestra amiga y el autor, y como realmente, por más que Inocencio fuese un mal poeta, según los informes de Pepe, parecía un buen muchacho, me alegré de ellas y las alenté en lo que pude.
No es tampoco D. Pedro dijo Amaranta riendo con sus sesenta años a la espalda, hombre a propósito para una mujer fresca y lozana como usted, amiga mía.
Ana al llegar aquí notó que su lenguaje se hacía entonado, impropio de ella, y se detuvo; aquellas metáforas parecían mal, pero no sabía decir de otro modo sus afanes, a no hablar con una claridad excesiva. El Magistral, que no pensaba en la retórica, sintió un consuelo oyendo a su amiga hablar así. Se animó... y habló de lo que le mortificaba.
Y no holgué yo menos de esta feria Salir, que me cabia mucha parte, Y así en el Concilio mi miseria Gasté con mi pequeña industria y arte: Por dó me ví en pobreza, y gran laceria, Mas nunca jamas pude yo olvidarte España, dulce amiga, cuyo hipo, Me trajo sin sosiego, y el Filipo.
Se lo daré a usted mañana o pasado... En fin, cuando nos veamos». Por un instante quedose perpleja y desconcertada la señora del buen Thiers, no sabiendo si arrepentirse del ofrecimiento que había hecho, o si congratularse del servicio que gallardamente prestaba a su amiga.
Esta música hacía surgir en medio de los cielos brumosos las colinas de Sorrento, cubiertas de naranjos y limoneros, las costas de Sicilia, perfumadas por una flora ardorosa. Ferragut tripuló el buque con gente amiga. Su segundo fué un piloto que había empezado su carrera en las barcas de pesca. Era del mismo pueblo de los abuelos de Ulises, y se acordaba del Dotor con respeto y admiración.
Verá usted decía el Magistral como llega un día en que no necesita a Zorrilla ni poeta nacido para llorar de ternura y elevarse, de una en otra, como usted dice, hasta la idea santa de Dios. ¡Tiene la Iglesia, amiga mía, tal sagacidad para buscar el camino de las entrañas!
¿Y tan conformes los dos? dijo la otra, mirando a Sagrario con los ojos un poco fruncidos, mientras se abanicaba lentamente y se recostaba contra el respaldo del sillón. Tan conformes repitió la novia. ¡No es poca fortuna! añadió su amiga sin cambiar de postura ; sobre todo, para ti. Y para él ¿por qué no?
A los hombres hay que tratarlos sin consideración... Ya no más, ya no más... Estoy volada, y lo que es esta no te la perdono... digo que no te la perdono». Algún trabajo le costó a Santa Cruz que su mujer repitiese lo que le había dicho una amiga aquella mañana.
Palabra del Dia
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