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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Enterada doña Lupe, en aquellos secreteos que con su amiga Casta tenía, de que los de Santa Cruz se habían marchado a veranear, tomó pie de esta circunstancia para endilgarle a su sobrina otro discurso, aunque en tono menos catilinario que los anteriores.

La crónica de esta semana me la da hecha una carta que acabo de recibir de mi mejor amiga, compañera en el colegio y luego en los salones, Rosalía Arregui del Moral de Pérez y Cámpora. Esta retahila de apellidos merece una pequeña explicación.

¿Quién fué Hasay? ¿Cuál fué su vida? ¿Cuál su historia? Poco más ó menos, procuraré recordar lo que en lenguaje natural y verídico me contó mi buena y bellísima amiga. Hasay, era allá por los años de 1845, una hermosa dalaga que contaba unos quince, desde que su madre, india en toda su pureza, lanzó el último aliento al arrancar de sus entrañas un pedazo de su alma en su hija Hasay.

Este sistema de la cuerda floja retrasaba el triunfo, pero le permitía a él presentarse a los ojos de Ana más simpático, hablando el lenguaje de aquella vaguedad romántica que ella creía religiosidad sincera, y no pasaba de ser una idolatría disimulada, según don Fermín. No, él no se dejaba seducir por panteísmos, aunque fuesen tan bien parecidos como el de su amiga.

Un día dió aquí de bofetadas á Bonnand el tenor, porque no quería apresurar el movimiento en el dúo de Carmen... Ningún hombre ha podido nunca tenerla á su lado, tan mala y tan viciosa era, y... en fin, caballero, á nadie le gusta tener por amiga una individua que persigue á los hombres y á las mujeres á la vez. ¡Bueno! exclamó Campistrón; ya estás contenta.

Mucho le daba qué pensar el singular estado en que su amiga se había puesto, y esperaba que le pasaría pronto, como otros toques semejantes aunque de diverso carácter. Largo tiempo estuvo desvelada, pensando en aquello y en otras cosas, y a eso de las doce, cuando en el dormitorio y en la casa toda reinaban el silencio y la paz, notó que Mauricia se levantaba.

M. Scott se dejó convencer, y Zuzie, en los primeros días de enero de 1880, escribió la carta siguiente a su amiga Katie Norton, que desde hacía algunos años habitaba París: «¡Victoria, está decidido! Richard consiente. Llegaré en el mes de abril y volveré a ser francesa.

Un fuerte abrazo dio la marquesa a D. Francisco, deseándole con toda el alma completo restablecimiento; besó a los niños, y por último, se despidió de su amiga en la puerta con toda suerte de mimos y caricias.

EVARISTA. ¿Y ello ha de ser pronto? PANTOJA. Al instante... EVARISTA. Bien. PANTOJA. Mande usted la carta sin pérdida de tiempo. Paréceme que ya vienen... PANTOJA. Pronto, amiga mía. EVARISTA. Ya voy... Dios nos inspire a todos. PANTOJA. Seré con usted. PANTOJA, oculto; ELECTRA, DON URBANO, el MARQU

Ha tenido una vaga sospecha acerca de : ha sentido que algo se cernía siempre sobre él á manera de una maldición; conocía instintivamente que la mano que sondeaba su corazón no era mano amiga, y que había un ojo que le observaba, buscando solamente la iniquidad, y la ha encontrado. ¡Pero no sabía que esa mano y ese ojo fueran los míos!

Palabra del Dia

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