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Los demás retrocedieron vociferando y amenazadores siempre, pero quedándose á prudente distancia, después de destrozar el cuerpo del infeliz escudero; acto de crueldad que vengó Tristán abalanzándose sobre la chusma y asiendo con sus nervudas manos á dos villanos, cuyas cabezas golpeó una contra otra con fuerza tal que ambos quedaron tendidos en el suelo, sin dar señales de vida.

Al día siguiente lo primero que hizo el español al levantarse fué buscar los periódicos. Todos se mostraban pesimistas y amenazadores en sus artículos sobre este suicidio, que tomaba la importancia de un gran escándalo parisién, augurando que la Justicia iba á meter en la cárcel á personalidades muy conocidas antes de que hubiesen transcurrido cuarenta y ocho horas.

Pues soy Josef... el Idumeo... profesor en partos... intelectuales». v «Cállese usted, so guillati chillaba Segunda, que por los movimientos amenazadores que hizo, parecía dispuesta a desbaratar con un par de bofetadas la frágil persona del profesor idumeo . La culpa la tiene este morral que está aquí durmiéndola».

No obstante, la primera chispa que reanimará este volcán hará salir de su seno relámpagos más amenazadores que nunca.

La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estas humildes palabras, que se oyen gritos amenazadores y muchos agitan los puños frente al sitio de donde había partido la voz. Alvaro Peña, el orador griego, más indignado que nadie, sube por fin a la cazuela y a pescozones y coces arroja al desgraciado Mechacan del teatro entre los aplausos del público.

En el centro de una ola enorme, á cien varas de distancia, aparecieron las obscuras piedras de un arrecife, cubiertas de espuma. El capitán se lanzó al timón y comenzó á dar voces de mando, los marineros practicaron las maniobras sin perder momento, giró el botalón con prolongado chirrido y el galeón cambió de rumbo, á cortísima distancia de los amenazadores peñascos.

A medida que avanzaba Delaberge en su camino, el bosque hacíase más espeso, el barranco se estrechaba, interceptaban cada vez más la senda toda clase de plantas trepadoras y tupidos herbajes... Y en la apagada luz de ese desfiladero le parecía al inspector general que, como un nuevo Edipo, caminaba fatalmente hacia alguna esfinge, llenos los labios de amenazadores enigmas...

Y como comprendía que usted habría sabido hacerla feliz, la soberbia, el amor, los celos, todas las pasiones, todos los instintos de mi raza, de mi naturaleza, se sublevaban amenazadores. ¡ me prometiste ayer la dije con acento amargo que no me dejarías, porque eres mi esposa, y ahora quieres matarte!... Ella no lo negó. Déjame morir fue su respuesta; eso será mejor para todos.

El grupo de soldados del Duque se abrió para dar paso a una mujer que se adelantaba vacilante. Era Antonieta de Maubán, vistiendo blanca y holgada bata, suelto a la espalda el negro cabello, pálido el rostro y cuyos ojos brillaban amenazadores a la luz de las antorchas. Su trémula mano empuñaba un revólver y adelantándose por el puente apuntó a Ruperto y disparó.

Y volviendo a clavarle sus ojos irritados, amenazadores, le gritó con rabia: ¿Qué hace usted ahí plantado? ¡Salga usted inmediatamente! ¡Salga usted! ¡salga usted! repitió con grito cada vez más alto. Pero cuando el indiano retrocedía ya hacia la puerta ella se lanza de pronto fuera, sale disparada por los pasillos y, al llegar cerca de la escalera, cae atacada de un síncope.