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Actualizado: 30 de abril de 2025


Le decía que la había puesto en un compromiso serio, que su corazón le estaba pidiendo una cosa y que le era imposible escucharle; que obstáculos gravísimos le impedían responder como quisiera, etc.; una serie de palabras melosas para disfrazar unas calabazas muy amargas.

Candido vertia amargas lágrimas diciendo: ¡Oh mi amada Cunegunda! ¿con que es fuerza que te abandone quando iba el señor gobernador á ser padrino de nuestras bodas? ¿Qué va á ser de mi Cunegunda, que de tan léjos habia traído?

Y ella que, cuando amenaza con lo innoble del rasero nivelador, justifica las protestas airadas y las amargas melancolías de los que creyeron sacrificados por su triunfo toda distinción intelectual, todo ensueño de arte, toda delicadeza de la vida, tendrá, aún más que las viejas aristocracias, inviolables seguros para el cultivo de las flores del alma que se marchitan y perecen en el ambiente de la vulgaridad y entre las impiedades del tumulto.

No le dolía la pérdida de aquel ser sobre el cual había vertido las hieles amargas de su corazón; pero le agitaba la idea de perder de una vez su venganza. Justamente al tercer día de hallarse en cama Josefina, tuvo noticia de que en la noche anterior había salido Fernanda en la silla de posta para Madrid, y que Luis sólo tardaría cuatro o cinco días en reunirse con ella.

Los que obran bajo la acción de impulsos cerebrales, irresistibles y mecánicos, como los instintos que atañen a la conservación, van muy bien en su carrera mientras no ven el fin más que en la representación falsa que de él les da su deseo; pero cuando la realidad de aquel fin se les pone delante, ofreciéndoseles como acción sometida a las leyes generales, no hay velocidad que no tenga su rechazo. ¿Cuál era el intento de Fortunata y qué iba a hacer allí? ¡Friolera!... Pues nada más que entrar en la casa sin pedir permiso a nadie, llamar, colarse de rondón, dando gritos y atropellando a todo el que encontrara, llegarse a Jacinta, cogerla por el moño y... Esto de cogerla por el moño no se determinó bien en su voluntad; pero que le diría mil cosas amargas y violentas.

Vi que mucha gente compraba una revista de toros y loterías, y esto me sugirió un sin fin de amargas consideraciones.

Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? ; antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea.

Después, y a medida que con la noche, la neblina gris se hacía más densa, la señora de Galba estrechaba a Carolina contra su pecho. Dejando la charla de la criatura, siguió entre sentimentales recuerdos y egoístas consideraciones a la vez amargas y peligrosas.

Y estos no tienen místicos perfumes Del balsámico aliento del Señor, Ni del artista los ligeros tintes, Ni el trazo fuerte del pensar creador. Son el aroma de las flores secas, Ecos errantes de cancion fugaz, Gotas amargas á la vez que dulces Con que el destino humedeció mi faz.

Pero antes de quedarse solo con Juana, Jacobo había tenido tiempo de hacerse algunas reflexiones amargas; parado frente a ella, parecíale, tanto le había sorprendido su elegante belleza, que la veía por la primera vez. Llevaba con la castidad de Diana la moda indecorosa de aquella época, y mostraba fuera de su estrecha bata obscura, su busto casi entero y su brazos flexibles y puros.

Palabra del Dia

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