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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Pues amémonos, amémonos, pero no como dos hermanos. Tus ojos, esos hermosos y brillantes ojos, húmedos por las amargas lágrimas de la orfandad, me dicen que me amas. En vano pretendes ocultarme que vives para mí; es inútil que te empeñes en esconder así ese secreto de tu corazón. ¿No ves que a cada momento te traicionan tus miradas?
Cuando un andaluz se pone a decir: «¡Vamoj, hombre! ¡Mardita zea! ¡Mijte quej grande!», y todo el mundo le escucha con gran contentamiento, como si dijera algo sumamente ingenioso, yo me abismo en amargas reflexiones. He ahí un hombre con gracia me digo . ¡Y pensar añado que si ese hombre hubiese nacido en la provincia de Pontevedra no tendría gracia ninguna!...
El ayo volvió a mirar compungidamente a la Condesa, pintando en sus húmedos ojos la persuasión de que no había instruído al mayorazgo en tales iniquidades, y D.ª María reprendió a su hijo con majestad verdaderamente regia, diciéndole con pausa y aplomo estas amargas palabras: Hijo mío, recordarás que te entregué una espada que fué de tus abuelos.
Se dejó caer en una silla: puso ambos puños cerrados en su cara y en sus rodillas ambos codos, y así permaneció más de media hora sumido sin duda en un mar de reflexiones amargas. Cualquiera, si le hubiera visto, hubiera sospechado que acababa de asesinar a Pepita. Pepita, sin embargo, apareció después.
Este abuelo había sido casado con una tía del general Saldaña; y aunque Atilio no alcanzó á conocerle, hablaba con frecuencia de él como de un personaje curioso que le inspiraba cierto orgullo ó amargas ironías, según el estado de su ánimo. Era un hombre de belicoso humor y sombríos entusiasmos, que había acabado de dilapidar la fortuna de la familia, ya quebrantada por los antecesores.
Ha sufrido Córdoba en todos tiempos; pero raras, rarísimas veces como en esos tres dias de horror en que estuvo á merced de una soldadesca cuyo corazon estaba endurecido por las sangrientas escenas de cien campos de batalla. ¡Pobre ciudad! ¿cuándo será que concluyan para ella tan amargas desventuras? Idólatra, cristiana, mora, ¿siempre habrá de gemir abrumada por los infortunios?
Misia Casilda quedó espantada, temblando más de susto que de frío. ¡Ah! ¡Dios mío! ¡se va a jugar! Quilito juega, Quilito juega... ¡Dios mío, Dios mío! Pasó el resto de la madrugada en vela, y el alba la encontró acurrucada en la cama, los ojos arrasados de lágrimas amargas; se oían rodar los carros en la calle, cuando entró el niño.
Vitórica ha estado, durante tanto tiempo, entorpeciendo el tráfico de Madrid. Cuando yo pasaba por la calle de Cedaceros, mi espíritu se anegaba en un torrente de amargas reflexiones. ¿Cómo vamos a derrumbar nada en España pensaba yo si todavía no hemos podido derrumbar esta valla? La Prensa la ataca, el Parlamento la combate, el pueblo la maldice y ella sigue en pie.
Además, los vínculos que la habían ligado con el Príncipe Zakunine estaban fuera de la ley, y su amistad con Vérod estaba contaminada también. Sin haber todavía visto al acusador, con sólo oír su nombre, creía el magistrado reconocer en él a Roberto Vérod, el escritor ginebrino que vivía desde muchos años antes en París y de allí esparcía por el mundo sus libros llenos de amargas enseñanzas.
Viage de los dos habitantes de Sirio y Saturno Ya estaban para embarcarse nuestros dos caminantes en la atmósfera de Saturno con muy decente provision de instrumentos de matemáticas, quando la dama del Saturnino, que lo supo, le vino á dar amargas quejas.
Palabra del Dia
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