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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Vitórica ha estado, durante tanto tiempo, entorpeciendo el tráfico de Madrid. Cuando yo pasaba por la calle de Cedaceros, mi espíritu se anegaba en un torrente de amargas reflexiones. ¿Cómo vamos a derrumbar nada en España pensaba yo si todavía no hemos podido derrumbar esta valla? La Prensa la ataca, el Parlamento la combate, el pueblo la maldice y ella sigue en pie.

En el fondo, yo tenía una idea así como de que España no estaba en el mundo, sino en la Luna. Yo no creía en el porvenir de España. Yo era un escéptico... Era un escéptico, amigo lector, pero ya no lo soy. Mi escepticismo tenía una causa y esta causa acaba de desaparecer. Ahora sólo me toca manifestar que la causa en cuestión estaba en la calle de Cedaceros, y que era esa valla con que el Sr.

Los trenes andarán. Un kilo de pan llegará a pesar lo menos tres cuartos de kilo. Hasta es posible que haya casas para las familias que deseen alquilarlas... Tengamos fe en los hombres que han deshecho la valla de la calle de Cedaceros. Cada tres o cuatro siglos vienen unos hombres; se ponen a barrer, a fregar, a empapelar y a repintar el mundo. ¿Lo dejan mejor?

Es indudable que, si yo me manifesté durante estos últimos años como un escritor pesimista, ello ha consistido, principalmente, en la frecuencia con que pasaba por la calle de Cedaceros. Pero, al fin, la famosa valla ha caído en tierra, y ahora todo me parece posible. Unas gentes que han acabado con la valla de Vitórica me digo pueden acabar con la misma política del Sr. Cierva.

Palabra del Dia

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