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Actualizado: 30 de abril de 2025
La veis ahí tranquila, casi sonriente; pero ¿sabéis cuántas lágrimas amargas han vertido esos ojos en el silencio de la noche, cuántas flechas agudas de remordimientos de conciencia se han clavado en ese corazón de mártir? ¿Acaso no querría ella ir a la iglesia, como las mujeres honradas, y confesarse con el sacerdote, vestida con un traje blanco, símbolo de pureza, y no como mujer menospreciada y desdeñada?
Había comprendido que la ruina estaba allí, en aquella casa y sobre mi cabeza. ¡Y... bien! No sé, si dejándome mi padre colmado de todos sus beneficios, me hubiera costado más y más amargas lágrimas. A mi pesar, á mi profundo dolor, se unía una piedad que, ascendiendo del hijo al padre, tenía algo de singularmente punzante.
Señora: por la belleza de toda melancolía; por la vesperal tristeza de mi ruta; por la fría cerrazón de mis mañanas; por las rosas que en Abril mueren solas y tempranas; por toda brisa sutil que besó flores amargas; por toda negra visión y por las horas ¡tan largas! en que espera el corazón; por los escollos adversos donde se estrella mi esquife; por mis lágrimas y versos y por el mismo arrecife, libértame del delito de hablarte a veces en prosa; libértame, y pues contrito estoy de mi culpa odiosa, guárdame en tu corazón y en tu memoria también, y dame tu bendición por siempre jamás.
Le encontré vacilante aún; temeroso de causarle daño. Entonces le indiqué que la escribiera, idea que le agradó. Estábamos en el escritorio, creíamos que nadie nos oyera, cuando la Condesa se nos apareció. Se puso a decir frases amargas contra él, contra mí, hizo que perdiera la paciencia, que olvidara la compasión, la acusara de espiarlo, y le declarara que iba a partir para no volver.
Se pensaba también que sus mejillas habían conocido las lágrimas; lágrimas dolorosas y amargas. Había algo de nervioso y de inquietante en sus movimientos: el rostro era alegre y sonreía; pero el piececito, calzado con un chanclo deteriorado y sucio de barro, hería nerviosamente el suelo, como si quisiera acelerar la marcha del tranvía, que avanzaba muy despacio.
Había sacrificado su porvenir; había sufrido dos años de amargas humillaciones; ya no podía dignamente unir su destino al de otra mujer dentro de una sociedad gobernada por las leyes más que por los efectos.
Sólo había gran copia de agua estantía en las lagunas, y algunas raíces duras y tan amargas como la hiel, y de éstas no en mucha abundancia; por esta causa perdió las esperanzas de llegar al término de su viaje, porque fuera de lo dicho, habían también con los trabajos caído enfermos no pocos de los neófitos, y los demás apenas se podían tener por la falta de alimento.
Canta un ave, y ama aquel ave. ¿Cómo no se ha de enamorar de su país, cuando se enamora de las flores que ve crecer, de las aves que oye cantar? ¿Cuántas mujeres no han vertido lágrimas amargas bajo la impresion del arrullo tardío y doloroso de una tórtola? En esta estructura sentimental é imaginativa de la mujer; en este carácter radical y profundo, entra indudablemente la naturaleza.
Sin embargo, a pesar de las tiernas exhortaciones de la señora de Aymaret, era imposible que Beatriz no se sintiese profundamente turbada por las reflexiones que forzosamente había de sugerirle la muerte de la señora de Montauron; era imposible que en adelante no le pareciesen todavía más pesados sus deberes, todavía más amargas sus contrariedades.
La lección ha sido sangrienta; pero la vida de los pueblos no es de un día, y pronto las amargas horas pasadas aparecerán a los peruanos como el punto de partida de una época de prosperidad. En las páginas que van a leerse, dedicadas en su mayor parte a Colombia y Venezuela, se verá cuál es la situación de ambos países.
Palabra del Dia
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