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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
Al día siguiente, Judit tenía un maestro de ortografía, de historia y de geografía. Era digno de ver el ardor con que estudiaba; y su inteligencia, sus facultades naturales, que sólo necesitaban ser cultivadas para agigantarse, se desarrollaron con rapidez increíble. Comenzó amando el estudio por Arturo y ya le amaba por ella misma.
Así es, se lo juro; pero no me atribuiré un mérito que no es mío, y que sólo pertenece a quien me ha respetado. »Sí, monseñor; el sobrino de usted es inocente de las faltas de que le acusa, y si se ofende al Cielo amando con toda el alma, es un crimen de que me acuso, pero del cual él no es cómplice. »He aquí la resolución que acabo de tomar.
Harto sé que los impíos del día presente acusan, con falta completa de fundamento, a nuestra santa religión de mover las almas a aborrecer todas las cosas del mundo, a despreciar o a desdeñar la naturaleza, tal vez a temerla casi, como si hubiera en ella algo de diabólico, encerrando todo su amor y todo su afecto en el que llaman monstruoso egoísmo del amor divino, porque creen que el alma se ama a sí propia amando a Dios.
Realzado así cuanto nos rodea, amando y estimando a las criaturas por lo que son y por más de lo que son, procurando no tenerse por superior a ellas en nada, antes bien, profundizando con valor en el fondo de nuestra conciencia para descubrir todas nuestras faltas y pecados, y adquiriendo la santa humildad y el menosprecio de uno mismo, el corazón se sentirá lleno de afectos humanos, y no despreciará, sino valuará en mucho el mérito de las cosas y de las personas; de modo que, si sobre este fundamento descuella luego, y se levanta el amor divino con invencible pujanza, no hay ya miedo de que pueda nacer este amor de una exagerada estimación propia, del orgullo o de un desdén injusto del prójimo, sino que nacerá de la pura y santa consideración de la hermosura y de la bondad infinitas.
Harto sé que no es así, que no es ésta la verdadera doctrina; que el amor divino es la caridad, y que amar a Dios es amarlo todo, porque todo está en Dios y Dios está en todo por inefable y alta manera. Harto sé que no peco amando las cosas por el amor de Dios, lo cual es amarlas por ellas con rectitud; porque ¿qué son ellas más que la manifestación, la obra del amor de Dios?
Amar a la segunda es como seguir amando a la primera. Has dicho bien respondió el pensativo Amaury, con el rostro algo más sereno. Ya ves, pues, que tenía razón contestó Felipe con regocijo. Ahora, y en segundo lugar, no podrás menos de convenir conmigo en que el amor es el más espontáneo y libre de nuestros sentimientos, y el que nace más ajeno a la influencia de nuestra voluntad.
Eso no dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando a don Braulio, llena de sobresalto por él, y arrepentida de su intimidad con el Conde, no podía conformarse con que el Conde no estuviese enamorado de ella. Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca. Singular idea tienes del Conde, hermana. Créeme, hombres como él no aman sin ser amados.
Pero tú, entraña mía, vas amando a deshora, y sueñas... sueñas que esas bocas risueñas tienen piedad de tu melancolía. Y creen tus quimeras, y ves en lontanazas ilusorias no sé que nuevas glorias, no sé qué flor de nuevas primaveras. Y tu sed de gozar te lleva lejos, centuplica las plumas de tus alas y hasta te olvidas de las cosas malas cual si te alucinasen mil espejos.
María de la Luz pareció echar a broma el asunto, pero estaba pálida y su risa tenía la crispación de una mueca triste. Porque no le quiero: porque me he cansao de él, ¡ea! Es un soso que me aburre. ¿No soy yo dueña de querer al hombre que me guste?... Fermín la habló como a una niña revoltosa. Estaba mintiendo: se lo conocía en la cara. No podía ocultar que seguía amando a Rafael.
Una tarde, casi a oscuras, paseaban juntos por el salón de los retratos, y cuando Sebastián preparaba una frase que en pocas palabras explicase los grandes méritos que había adquirido amando tantos años sin decir palabra ni esperar cosa de provecho, Emma se le puso delante, le mandó encender una luz y acercarla al retrato del ilustre abuelo.
Palabra del Dia
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