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A las tres y media Federico se alzó sobre sus estribos y lanzó una exclamación. Al través de rasgadas nubes brillaban las estrellas, y frente a él, más allá de la llanura, se alzaban dos agujas, dos astas de banderas y una silueta de objetos negros escalonados. Federico sacudió sus espuelas y blandió su riata.

Alzó el grito la dama, porque tenía para ella el pañuelo grandes recuerdos, y desolado don Casimiro al reconocer su error, devolvióselo con un fleco en torno de cuatro dedos de ancho.

Era de mi padre: yo lo heredo. ¿Qué tienes que ver con esto? Dame ese dinero. Paz vió á Salomé cerca de . Alzó su brazo derecho y sacudió con poderoso empuje la mano contra la cara de su sobrina, dándole un bofetón tan fuerte, que ésta cayó al suelo como herida por una maza.

12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciendo los unos a los otros: ¿Qué es esto? 13 Mas otros burlándose, decían: Que están llenos de mosto. 14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

Sintió ruido cerca, gritó, alzó la cabeza despavorida... no tenía duda, una zarza de la loma de enfrente se movía... y con los ojos abiertos al milagro, vio un pájaro obscuro salir volando de un matorral y pasar sobre su frente. La señorita doña Anunciación Ozores había llegado a los cuarenta y siete años sin salir de la provincia de Vetusta.

Cuando el coche se acercó, ella le hizo seña de que se detuviera. ¡Vamos, señora Liebetreu! dijo él alegremente. ¡Al fin me encuentro con alguien que no huye al verme! La anciana alzó los ojos al cielo para no verse obligada a mirarlo. ¡Ah, mi joven señor! dijo, se le llamaba siempre el joven señor, para distinguirlo de su padre, aunque hacía tiempo que había cumplido los treinta.

En el pueblo apenas los hay. Pues yo contestó Nucha era antes muy valiente; pero desde... que nació la pequeña, no qué me pasa; parece que me he vuelto medio tonta, que tengo miedo a todo.... Interrumpió la labor, y alzó la cara; sus grandes ojos estaban dilatados; sus labios, ligeramente trémulos. Es una enfermedad, es una manía; ya lo conozco, pero no lo puedo remediar, por más que hago.

¿Y su hermana de usted, Tula...? Más absurdo aún... Rosalía alzó los hombros. No veía salvación.

Cuando desembocamos a cien pies del suelo, un verdadero huracán nos azotó el rostro y de todo el horizonte se alzó no qué murmullo irritado del cual nada puede dar idea cuando no se ha escuchado el mar desde muy alto. El cielo estaba nublado.

Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo, y, puesto el pensamiento -a lo que pareció- en su señora Dulcinea, dijo: -Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo.