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Actualizado: 8 de junio de 2025
Vivía allí disfrutando de un capital que había juntado en su larga carrera profesional, procurándose, con escrúpulos de monja, cuantos goces higiénicos, cuantos cuidados y regalos puede inventar una imaginación experta y dedicada exclusivamente a tan grata tarea; los razonamientos, o por mejor decir, la charla insustancial del oficial de marina, le ponía fuera de sí, le alteraba la bilis, era su única cruz en esta vida.
Por las pendientes se arrastraban los crustáceos sobre su doble fila de patas, atraídos por esta novedad que alteraba la calma mortal de las profundidades submarinas, donde todos persiguen y devoran, para ser á su vez devorados. Cerca de la superficie flotaban las medusas, sombrillas vivientes de un blanco opalino, con borde circular lila ó rojo tostado.
Todo esto era porque las tierras y las personas estaban más en alto, más cerca de las buenas regiones del aire, en las laderas de aquel pezón gigantesco que alteraba la redondez del hemisferio austral. Y la hipótesis del Paraíso, cabeza de la tierra, situado en el noble Austro, se convertía en certidumbre para el Almirante.
El viejo lo derramaba con mano pródiga. «Bebed, muchachos; en vuestra tierra no tenéis de esto...» Otras veces confeccionaba sus famosos «refrescos», sonriendo con una satisfacción de artista al ver el mohín de voluptuosidad que alteraba los rostros. ¿Cuándo habéis bebido nada semejante? decía con orgullo . ¿Qué sería de vosotros sin el tío Caragòl?...
El Padre no había cambiado, en apariencia al menos. La misma serenidad, la misma dulzura de siempre. No se alteraba su voz al hablar de D. Jaime ni con D. Jaime. Al hablar con doña Luz, mostraba el Padre la antigua afectuosa benevolencia. Ni una palabra donde ni remotamente se sintiese una punta de ironía, de pique o de despecho.
Eran gentes acostumbradas a verse todos los días, siempre las mismas, a idéntica hora, y sentían revuelta su curiosidad cuando un rostro extraño alteraba la monotonía de su existencia. Retirábase hacia el fondo del claustro, cuando algunas palabras de los mendigos le hicieron retroceder. Ahí viene el Vara de palo viejo. ¡Buenos días, señor Esteban!
También hacía mención de su hermana Rafaela, mujer de Alonso, que seguía enferma, y al oír mentar la casa de sus antepasados, Isidora se conmovía y alteraba.
La gente se lo preguntaba y no se daba contestación satisfactoria. Los amigos, y simultáneamente don Andrés Rubio, se mostraban inquietos. Sólo no se alteraba doña Inés. Su carácter estoico y su resignada y cristiana conformidad con la voluntad del Altísimo conservaban casi siempre inalterable la tranquilidad de su alma.
De tiempo en tiempo, las bombas de palenque trataban de armar un escándalo en la atmósfera, pero en balde: diríase que era la detonación de algún vergonzante petardo, que así alteraba la amplia serenidad del ambiente, como el zumbido de un mosquito turbaría el reposo de un gigante.
Seguía visitando la casa con mucha frecuencia, pero siempre a la hora de costumbre, que rara vez alteraba por más que doña Gertrudis le moliese muchos días a recados, suplicándole se personase acto continuo en su alcoba. Don Máximo concluyó por despreciar profundamente las enfermedades de su noble cliente, y calificarlas públicamente en la botica adonde solía asistir de cajigalinas de mujeres.
Palabra del Dia
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