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Actualizado: 13 de junio de 2025
Se templaban guitarras y vihuelas y oíase un murmullo preparatorio. De pronto, Beatriz se levantó. Ofreciósele de compañero el alférez Antonio de Castro, recién llegado de Nápoles y que juraba ¡per Baco! a cada instante, para hacer reír a las niñas. Todos pedían danzas diferentes: la pavana, la alemana, el pie del gibao, la gallarda.
Al fin, casi a viva fuerza, entre los aplausos frenéticos del corro, Cuervo, el hercúleo alférez de la primera, levanta en brazos a la Niña y la sienta en la tabla. ¡Agárrate bien, Nuncia! le grita Paco Gómez, mientras el citado alférez y algunos otros amigos empiezan a mecerla. ¡Suave, suave! exclama Carmelita. No hay cuidado; así lo hacen, porque temen dar con ella en tierra.
Comandaba dicha expedicion el Maestre de Campo D. Manuel de Pinazo, y la escoltaba el capitan D. Juan de Serdens, con un destacamento, que se componia de un teniente, un alferez, tres sargentos, tres cabos, un tambor y 65 dragones.
En el regidor primero es en quien recae el empleo de alférez real, a cuya casa acude el cabildo a las doce del día, y lo acompañan a la casa de cabildo, en donde le entregan la insignia de alférez real, que es un bastón alto que tiene sobre el puño un escudo de plata del tamaño de una mano, en el que están grabadas las armas reales.
Los grandes no tienen hijos ni padres. Al duque de Uceda le tarda llegar á la privanza y no perdona medio. Todo esto es grave, gravísimo dijo el que todo lo veía por el lado serio. Pues hay además algo que aumenta la gravedad de estos sucesos. ¡Qué! ¡Qué! Se cree... dijo el alférez, bajando más la voz y con doble misterio. ¡Pero traéis un saco de noticias, alférez! Que doy de balde.
Meléndez castiga severamente al degenerado joven, pero cree al mismo tiempo que ningún hijo es capaz de cometer tales atentados contra su padre, é intenta averiguar de Elvira si ha sido otro el que lo engendró. Espíala en sueños, y sabe entonces la afrentosa astucia de su alférez Gómez de Melo.
¡Una vuelta! ¡vive Dios exclamó don Bernardino , que este hidalgo debe de ser de Andalucía! Una vuelta de cintarazos añadió el alférez. Pues á verlo exclamó don Bernardino avanzando ciego de furor hacia Juan Montiño. Al primer testarazo de éste y decimos testarazo, porque no encontramos otra frase mejor , la linterna de don Bernardino cayó al suelo, se rompió y se apagó.
El mismo día, recorriendo las calles, vio una bandera de compañía colgada de una ventana; preguntó por el capitán y le dijeron que se había marchado la víspera para Jerez. Iba a retirarse, cuando un soldado, que estaba sentado en un poyo, junto a la puerta, exclamó: Si vuesa mercé, seor caballero, quiere hablar con Pablo Martínez, el alférez, ahí le tiene a su derecha.
Razón tenía, pues, doña Inés en seguir admirando a Juanita; en decirle, como le dijo, que se alegraría de tenerla por madre política; en desistir con gusto de que Juanita se hiciese monja para que no eclipsase a la Monja Alférez y fuese la Monja Generala, y en ofrecerle para el regalo de su boda la cantidad que pensaba dar para la dote de su monjío.
¡Per Baco! ¡Per Baco! gritaba el alférez, punteando el compás con las palmas. Beatriz postrose por fin como extenuada sobre el almohadón de terciopelo, junto a Ramiro. El perfume de sus ropas parecía más intenso. Leocadia se le acercó de rodillas, ofreciéndola el chocolate en una jícara de oro. No, tráeme un barro la dijo Beatriz.
Palabra del Dia
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