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Actualizado: 13 de junio de 2025


Entreguen ustedes a los descendientes del alférez Vargas lo que mis abuelos tuvieron a bien darle, y no se hable más del asunto». Y tengo la certeza de que así lo escribiría el buen rey si alguien le hablase y le enseñase nuestros papeles.

Después del armada, éste se puede alabar que sirvió extremadamente bien, aunque no tenía allí su compañía. Daba cada día cinco ó seis vueltas al fuerte, lo que no hacía Capitán ni Oficial ninguno. A los 19 acometieron dar asalto por todas partes y cargaron á la parte de la gruta y ganáronla. Perdióse en ella el Alférez Juan Pérez de Vargas con siete soldados.

En fin, el lúnes 28 de Febrero, se empezaron á preparar las cosas para salir de la bahia de San Julian, en donde no hallándose comodidad para hacer por lo presente algun establecimiento, hizo el Padre Superior Matias Strobl consulta, en que entraron el Capitan del navio, el alferez, el sargento, los Padres Cardiel y Quiroga, presente el escribano del navio, y todos unánimes fueron de parecer, que al presente no era conveniente se quedasen allí los Padres, pues ademas de faltar las cosas necesarias para poblacion, tampoco habia indios, en cuya conversion se empleasen.

Y así, viniendo al caballero de Gonzaga el gobernador Rodrigo Zapata y el capitán Diego de Vera, como los vió el capitán D. Juan de Castilla, quiso reñir con ellos y díjoles bien alto, que lo oyeron todos, que á qué venían allí y qué querían, y yéndose ellos les envió el alférez del capitán Olivera, al cual encargó que dijese al dicho gobernador Rodrigo Zapata que D. Juan de Castilla se protestaba de parte de Su Majestad y de Su Excelencia que no hablase ni dejase hablar á ningún soldado con los turcos, ni hacer otro pacto ni concierto con ellos, porque no se lo cumplirían ni guardarían, sino que procuraran de defender el fuerte, que aún estaban á tiempo de poderlo hacer, y á esto no respondieron cosa ninguna; que á esta sazón el capitán de Funes y el capitán Juan de Montiel de Zayas y el capitán Juan del Aguila, habían salido á parlamento fuera del fuerte, con el Bajá y Dragut; y el capitán Juan de Funes, por orden del Bajá, después que hobieron hablado largamente, volvió dentro en el fuerte diciendo que serían salvos y libres todos los Oficiales y 25 soldados por cada compañía, y con este recaudo y resolución le enviaba el Bajá, y con él dos turcos para escrebir y tomar por letra los dineros, moniciones y vituallas, y el número de la gente que se hallaba dentro.

Pues... nada... estas son cosas que suceden en el mundo dijo el alférez , y que una vez sucedidas, no tienen más que un remedio... este caballero lo sabe, y yo lo , y todos lo sabemos... conque no hay que hablar más de ello. Dorotea se asió del brazo de Juan Montiño, y se lo llevó entre los telones, en donde estuvo paseando con él, dando lugar á las murmuraciones del corro, que crecieron.

Juan Montiño demostraba, no sólo que era valiente y bravo, sino que su destreza era maravillosa. El alférez se tendía de risa, y cuando Montiño, tras una doble parada difícil, sacudía dos cintarazos, aplaudía. De repente vió un resplandor vivo, y sonó una detonación.

El jefe miró con desprecio a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad.

La juventud masculina, lo mismo que la femenina, tratan de calmar a la enfurecida Carmelita. El capitán y el alférez echan sobre toda la culpa. Es en vano. La cólera no se apaga hasta que no se descarga de palabras bien ofensivas y pesadas.

Y en ninguna parte se lleva mejor el luto que en el campo. Accedió Adolfo, y fue a instalarse con sus dos hermanas en una modesta casa-quinta del pueblo donde debía desempeñar su nuevo cargo. Ignacio no los acompañaba porque, siendo alférez, vivía en el cuartel su vida militar. Hizo Laura prodigios con el poco dinero que llevaran y con el escaso sueldo de su hermano.

Pues allí está, en el primer bastidor... con don Bernardino de Cáceres que, como sabéis, es el perro de la Dorotea. Voy, voy á verle; pero antes tengo que pagaros vuestras noticias con otras no menores. ¡Qué! ¿Qué sucede? exclamaron todos. El alférez se metió más al centro y dijo en voz baja y con sumo misterio: ¡Hay novedades! Novedades, ¿y en dónde? Novedades en palacio. ¡Ah! ¡Oh!

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