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Actualizado: 13 de junio de 2025


Capitan Basilio se encargaba con mucho gusto y como quería tener propicio al militar para que no le moleste en las personas de sus trabajadores, no quería aceptar la cantidad que el alférez se esforzaba en sacar de su bolsillo. ¡Es mi regalo de Pascuas! ¡No lo permito, Capitan, no lo permito! ¡Bueno, bueno! ¡Ya arreglaremos cuentas despues! decía Capitan Basilio con un gesto elegante.

Soltaron la carcajada los oficiales, ni más ni menos que si el alférez hubiese proferido alguna notable agudeza; las niñas grandecitas se volvieron haciendo que no oían, y Amparo, que tenía sus pupilas oscuras clavadas en el rostro del mancebo, las bajó de pronto, quiso disparar una callejera fresca, sintió que la voz se le atascaba en la laringe, se encendió en rubor desde la frente hasta la barba, y echó a correr como alma que lleva el diablo.

Los primeros á quien este capitan acometió fueron 16 españoles con su alferez, los cuales fueron á reconocer las tierras de San Agustin. Habiendo con sus soldados atacado á estos, facilmente los desbarató, y los despedazó todos, como si fuera uno solo.

No puede ser ahora; tened un poco de paciencia, que tiempo sobra. Dice bien ese caballero dijo el alférez, que se perecía por este género de lances ; además, que las pragmáticas son rigurosas, y en esto de duelos es necesario irse con pies de plomo.

El pleito lo empezó mi finado tío, aquel que se carteaba con nuestros parientes de España, condes y duques, como ya le dije; y luego, mi finado el doctor, que sabía mucho, consiguió una sentencia favorable. Vea, señor, la cosa no puede ser más seria: una donación del rey... del rey de las Españas; un regalo que le hizo a uno de nuestros abuelos, el alférez Vargas del Solar.

Cosas de Borrén.... Ese Borrén es célebre exclamaron con algazara los militares, a quienes no parecía ningún prodigio la chiquilla. Reparen ustedes, señores siguió el alférez ; la chica es una perla; dentro de dos años nos mareará a todos. ¿Qué dices a eso, señorita de Rosendez?

Cuando pasaba un nuevo gobernador camino de su ínsula, un obispo en gira pastoral, o los señores de la Real Chancillería, la casa del alférez era su posada, y los viajeros no tenían gran prisa en partir, como si los encantase la belleza y el señorío de Misiá Rosa, cuya fama había salido a su encuentro a muchas jornadas de camino.

Esta singular mujer estuvo en Sevilla en 1630, cuando su nombre era conocidísimo en toda la península, y aquí permaneció breve tiempo, disponiéndose para embarcar de nuevo á América, siendo aquél su último viaje, pues la monja alférez desapareció en 1635, sin que se volviese más á saber de ella.

Han de saber V. Mds. que estando hoy en San Salvador, llegó un niño a este pobrete, y le dijo que si era yo el alférez Joan de Lorenzana, y dijo que , atento a que le vio no qué cosa que traía en las manos. Llevómele, y dijo, nombrándome alférez: «Mire V. Md. qué le quiere este niño». Yo que luego entendí la flor, acepté.

A la hora de misa, hidalgos venidos de lejos se hacían los distraídos en la puerta de la iglesia para contemplar la mayor celebridad del país, que llegaba envuelta en su manto negro de seda, por debajo del cual asomaba la recamada falda blanca o o rosa. El alférez iba a su lado, con todo el señorío de su rango.

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