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Actualizado: 27 de junio de 2025


El viento nos silbaba en las orejas, gotas de lluvia nos azotaban el rostro. Las dos mujeres se estrechaban en un abrazo mudo, como si ya no fueran a separarse nunca. Pero, en esto, el viejo, que ha cambiado de idea, llega ruidosamente, y detrás de él los criados, a quienes ha dado el alerta, con lámparas y bujías. Se echa sobre Yolanda y le frota las mejillas con sus mostachos.

Tomó agua de una vasija, se cerró la bata, se arregló el enmarañado cabello y miró al Chucro con una suprema mirada de amor y de miedo, castañeteándole los dientes. Con grandes precauciones para no despertarlo, metiose bajo su poncho, se acostó a su lado, apoyando la cabeza contra su pecho... El Chucro, como hombre salvaje, tenía el oído alerta aun durante el sueño.

Ningún ojo alcanzaría á verle, excepto Aquél, siempre alerta y despierto, que le había visto cuando estaba encerrado en su alcoba retirada azotándose con las sangrientas disciplinas. ¿Por qué, pues, había ido allí? ¿Era aquello acaso una parodia de penitencia?

Bien entonces, si es su amigo, le aconsejo que esté siempre alerta. ¿Está usted seguro de que no ha visto jamás a este otro hombre? ¿qué no conoce a este amigo de Seton? me interrogó muy encarecidamente. Tomé en mi mano el retrato y me acerqué adonde estaba la opaca lámpara de kerosene. Lo examiné muy atentamente y me fijé en todos sus detalles.

No. ¿Mandaba ella a Quintanar que le trajese? No. Pues bastaba. Obrar de otro modo hubiera sido alarmar al esposo sin motivo, infundir sospechas sin fundamento, tal vez robar a don Víctor para siempre la paz del alma. Lo mejor era callar, estar alerta, y... gozar la tibia llama de la pasión de soslayo; que con ser poco tal calor era la más viva hoguera a que ella se había arrimado en su vida».

Sus ojos se animaron, adquirieron color sus mejillas, y la imperceptible y pertinaz tos, terrible alerta de la enfermedad, dejó su monótona y constante pertinacia. Todo respiraba alegría. Hasay únicamente estaba triste. Lola, entre los puros cristales del rocío de la mañana, buscaba la brillante rosa.

Un silencio absoluto, algo como la apagada calma veneciana, sin el grito natural y monótono de los gondoleros que se dan la voz de alerta. A veces, a lo lejos, un farol cuyo reflejo va dibujando caprichosos arabescos en el suelo, alumbra y precede... una silla de manos, que oscila cadenciosa al andar de los hombros que la llevan. Es una señora que va a una fiesta.

Creía tener comprimida á la familia real, y, sin embargo, el rey y la reina se le escapaban, como quien dice, por los poros. Creía saberlo todo, y, sin embargo, ignoraba que existiesen aquellas comunicaciones secretas de que hablaba la carta. Se creía seguro del afecto, de la fidelidad de don Rodrigo Calderón, y la duquesa le daba respecto á él una voz de alerta.

Hay allí algo que guarda las tradiciones de la abnegacion y del heroismo resignado del creyente. Para tener una idea de las costumbres catalanas, basta echarse á pasear, con el ojo alerta y el humor alegre, por la calle mercantil de Fernando sétimo, ó la ancha alameda de la Rambla, orillada por hoteles y cafés.

Cuando cruzando el Rio de la Plata Veo flamear de Rosas el color, De alerta el grito doy á mis marinos Empuñando la barra del timon. Y cuando al frente aparecen Grito á mis valientes ¡fuego! Por no tomar esas presas A las llamas las entrego. Que allí mi Libertad tan solo impera: Bajo sus fuegos rinden su bandera.

Palabra del Dia

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