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Actualizado: 1 de septiembre de 2025


Los que negaban el suicidio, triunfaban al ver confirmados los razonamientos que habían opuesto a la increíble hipótesis: pero en el otro lado no era muy grande el desencanto, pues a pesar del secreto de la instrucción judicial, se sabía que Alejandra Natzichet, al matar a la Condesa, no había hecho más que obedecer al deseo, casi a la intimación de su desesperada víctima.

»Sor Ana, ruegue usted por Pasaron los años, y la Condesa Florencia d'Arda, el Príncipe Alejo Zakunine y Alejandra Natzichet se fueron borrando poco a poco de la memoria de los hombres.

A Zurich iba para hablar de ella a otra infeliz, a Alejandra. Alejandra Natzichet ha muerto... Vérod estaba aturdido. No, no soñaba; pero la realidad tenía todos los caracteres del sueño. El hombre que hablaba en su presencia se parecía a aquel orgulloso revolucionario como las pálidas imágenes de una pesadilla se parecen a las personas vivas. ¿Muerta la Natzichet? ¿Cómo, por qué había muerto?

El que lea estas últimas, que son La Isabela y La Alejandra, bajo la impresión de las desmedidas alabanzas, que Cervantes les prodiga, sufrirá triste desengaño, y confesará á la postre que sólo merece celebrarse la elegancia de su dicción y alguna que otra escena.

Estoy dispuesto a admitir que usted dejaba sin respuesta las cartas de algunos de sus compañeros, no por falta de celo, sino por ayudar a otros. Alejandra Natzichet, por ejemplo, le ocupaba a usted mucho... La mirada del Príncipe relampagueó. No hable usted así, dijo sordamente. ¿Y por qué no quiere usted que hable?

Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces: ''Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho? ''Sin duda -respondió el autor que digo-, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra''. ''Por ésas digo -le repliqué yo-; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo.

El de La Alejandra es, en pocas palabras, el siguiente: el general Acoreo ha dado muerte al rey Ptolomeo de Egipto, y usurpado su trono; mata también á su esposa, y se casa con la princesa Alejandra, bella, pero frívola. Sus diversos amantes fenecen uno tras otro á manos del usurpador, y ella se ve obligada á lavarse en la sangre de uno y tomar después veneno.

La calidad de los personajes, lo extraño del caso que reunía a personas procedentes de tantas partes y tan distintas por su cuna y por su vida: un revolucionario conocido en toda Europa por Zakunine; un escritor como Roberto Vérod; una dama de la nobleza, como la Condesa d'Arda; un ser misterioso como Alejandra Natzichet habrían excitado el interés general, si para ello no hubiera bastado la trama judicial.

¿Qué relaciones existen entre usted y Alejandra Natzichet? Pensamos del mismo modo. ¿Trabajan juntos en la propaganda? . ¿Tenía la difunta motivos de estar celosa de esa joven? Ninguno. ¿No está usted vinculado con ella por otra cosa que un ideal común? No mienta usted: así sabremos la verdad. Afirmo que nada más nos liga. Su acento parecía sincero.

Ya la curiosidad pública se había despertado, más ansiosa que nunca, al saberse que la instrucción no estaba cerrada aún como se decía primero; que el magistrado desconfiaba de la confesión de Alejandra Natzichet, y que todo volvía a quedar sujeto a nuevas dudas en el momento en que el misterio parecía descubierto.

Palabra del Dia

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