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Actualizado: 16 de junio de 2025


Ahora vete, Martín, porque mi madre habrá oído que estamos hablando y, como ha sentido los tiros hace poco, está muy alarmada. Efectivamente, se oyó poco después una voz débil que exclamaba: ¡Catalina! ¡Catalina! ¿Con quién hablas? Catalina tendió la mano a Martín, quien la estrechó en sus brazos. Ella apoyó la cabeza en el hombro de su novio y, viendo que la volvían a llamar subió la escalera.

que munta contestaban los ribereños. El agua subía con lentitud, amenazando a la ciudad que audazmente había echado raíces en medio de su curso. Pero a pesar del peligro, los vecinos no iban más allá de una alarmada curiosidad. Nadie sentía miedo ni abandonaba su casa para pasar los puentes, buscando un refugio en tierra firme. ¿Para qué? Aquella inundación sería como todas.

Desvariaba de tal modo, que la tía, alarmada, pensó con terror en lo que había dicho aquella noche, de pegarse un tiro si la suerte no lo favorecía; se le imaginó verle ya con el cráneo hecho pedazos, cubierto de sangre, después de haberse arrancado violentamente aquella vida que él decía no querer, ni haberla pedido.

Su belleza, un poco frágil, tenía algo de delicado y conmovedor. Te sofocas demasiado dijo el señor Neris con alarmada solicitud; vas a coger frío. Pero ya Raúl traía un chal y cubría con él los hombros de la joven con un matiz de galantería que la condesa, en pie en la escalinata, fue la única en observar. Por sus delgados labios se deslizó una enigmática sonrisa.

Esta, medio atraída y medio alarmada por la brillante iluminación y la numerosa sociedad, fruncía el ceño y se cubría la cara a su alrededor, hasta que el fruncimiento de cejas, contraídas por un contacto o una palabra de cariño, le hiciera ocultar su rostro con nueva resolución. ¿Qué criatura es ésa? dijeron varias damas a la vez, entre otras Nancy Lammeter, que se dirigía a Godfrey.

Batiste, ¿eres ? ¡Pare! ¡pare!... Y todos se abalanzaron á él, en la entrada de la barraca, bajo la vetusta parra, á través de cuyos pámpanos brillaban las estrellas como gusanos de luz. La madre, con su fino oído de mujer inquieta y alarmada por la tardanza del marido, había oído lejos, muy lejos, los cuatro tiros, y el corazón le dió un vuelco, como ella decía.

Algunas tardes doña Bernarda llevaba los chicos a sus huertos o a las ricas fincas del padre de Remedios. Había que ver con qué aire de bondad vigilaba a la joven pareja, gritando alarmada si en sus correrías permanecían algunos minutos ocultos tras los naranjos.

En todo caso, se me ocurre prepararle unas empanadas de vigilia, de esas «especiales» que yo amasar... ¡Por Dios, Coca! exclamó alarmada Laura. ¡No vayas a mandar empanadas de vigilia! ¡Mira que hemos pasado la Cuaresma! ¡Empanadas de vigilia o cualquier otra cosa! ¡Mañana mismo las tendrá Vázquez en tu nombre!..... afirmó Coca con decisión.

El excelentísimo señor de Ballester queda encargado de la ejecución del presente decreto. xii Por la tarde llegó doña Lupe muy alarmada buscando a Maximiliano, a quien suponía allí. No pasó de la sala, ni quiso ver a Fortunata, de quien dijo que la compadecía, pero que no podía tener ninguna clase de relaciones con ella. En la sala cuchicheó la ministra con Segismundo contándole lo ocurrido.

En estas encerronas, que traían a Doña Francisca muy alarmada, nació el proyecto de embarcarse en la escuadra para presenciar el próximo combate.

Palabra del Dia

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