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Actualizado: 15 de octubre de 2025


Al despertarse la criatura y ver aquellos fantasmas, quedó paralizada por el terror, tapose luego los ojos con las manos y un sudor copioso y frío bañó su cuerpo. Su corazón comenzó a dar tan fuertes golpes que se oían a distancia, dejó escapar algunos gritos ahogados y roncos; por último, llevándose las manos al pecho, se revolcó por el suelo sin sentido, presa de espantosas convulsiones.

Una hermosura nueva la revestía, maravillosamente, y bajo las sombras de sus pestañas brillaba la piedad. De pronto, con el gesto de una criatura a quien reprenden, se cubrió con los brazos la cara y salió, precipitadamente. Charito se sentó al lado de Muñoz, descorazonada. Un minuto después, en el penoso silencio, se oyeron gemidos ahogados que venían del saloncito contiguo.

Mientras le preparaban el baño, estuvo hablando con la superiora de asuntos religiosos: esta conversación la sostuvo con la jovialidad y la gracia propias de su juventud. No hacía mucho que se hallaba en el baño, cuando la superiora, que atravesaba el corredor en el cual estaban los cuartos de baño, creyó oír gritos y gemidos ahogados cada vez más apagados.

¡Al Hospital! El tartanero se hizo repetir dos veces la dirección, y como le recomendaban que no se diera prisa, dejó rodar perezosamente su carruaje por las calles de la ciudad. Oyó ruido detrás de él, gritos ahogados, choque de cuerpos, como si se rieran haciéndose cosquillas, y maldijo su perra suerte, que tan mal comenzaba el día.

¡Por Dios, señoritas, no deberían ustedes salir con este tiempo! Será mejor que me dejen mandar un recado al Instituto y les arreglaré aquí una buena cama. Mas la última frase se perdió en el coro de chillidos medio ahogados que arrojaban las niñas, agarradas de la mano, lanzándose en mitad del temporal, y muy pronto fueron envueltas en el torbellino huracanado.

Tomás Cardoso y los demás aventureros tuvieron que apartarle de allí, bajándole casi en volandas hasta la puerta principal del edificio. Era menester salir fuera, abrirse paso o morir hiriendo y matando, si no querían todos perecer ahogados por el humo o devorados por las llamas.

Los oyentes tornaron a reanudar las suaves emociones que les había producido, si bien un poco inquietos y nerviosos, como si temiesen a cada instante verse privados de aquel placer. Manolo se acercó a sus compañeros ahogando la risa y fue recibido también con risas y aplausos ahogados. Anda, Manolito, chilla otra vez. Esperad, esperad un poco; hace falta que estén descuidados.

Me hacen ustedes reír con su sencilla ignorancia respecto al hombre más grande y más poderoso que ha existido en el mundo. ¡Si sabré yo quién es Napoleón!, yo que le he visto, que le he hablado, que le he servido, que tengo aquí en el brazo derecho la señal de las herraduras de su caballo, cuando... Fué en la batalla de Austerlitz: él subía a todo escape la loma de Pratzen, después de haber mandado destruir a cañonazos el hielo de los pantanos donde perecieron ahogados más de cuatro mil rusos.

Ayer pasó por aquí una tropa de ellos, ahogados en el río, y pensé en Juanito. ¡Oh! ¡cómo los echaría de menos! ¿Tal vez estorbaremos si está enfermo? Visiblemente afectado, no sólo por este cuadro patético de la privación de Juanito, sino también por tan circunspecta delicadeza, se apresuró el padre a asegurarle que Juanito estaba mejor y que un poco de broma quizá le mejoraría algún tanto.

Era una cosa blanda que se retorcía lanzando ahogados chillidos, aprisionada por la arena y el arco de puente que formaban sus zapatos entre la planta y el tacón. Se inclinó hasta tocar el suelo y, levantando el pie, extrajo aquella cosa animada de su dolorosa esclavitud. Vió que eran dos hombrecillos sobre los que había puesto su pie sin saberlo.

Palabra del Dia

aprietes

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