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Actualizado: 8 de junio de 2025
El señor Melchor, que se había quedado fuera del mostrador como una cosa olvidada, oía, estremeciéndose, el sonido excitador del oro que contaba maese Longinos. ¡Me he perdido! exclamaba ; mi hombría de bien me ha puesto en el caso de no poder aguantar á mi mujer lo menos en tres meses; esta aventura me va á costar una enfermedad.
979 hasta que, tanto aguantar el rigor con que lo tratan o se resierta, o lo matan, o lo largan sin pagar. 980 De ese modo es el pastel, porque el gaucho -ya es un hecho- no tiene ningún derecho, ni naides vuelve por él. 981 ¡La gente vive marchita! Si viera cuando echan tropa: les vuela a todos la ropa que parecen banderitas.
Su comida, tan parca y mal guisada, que ni aun los bárbaros, que viven como brutos en las selvas, la hubieran podido aguantar tan largo tiempo; y pasó por las manos de muchos una calabaza, que le servía de olla, escudilla y vaso; de ordinario pasaba con maíz, sin otro aderezo que el que de suyo tiene este desabrido manjar, cocido en agua, y cuando sus enfermedades le obligaban, añadía un pedacillo de carne mal asada.
Su hermano, ¿está Vd.? es cura y ha venío hace cosa de dos meses; y como es cura y muy carca, les está golviendo tarumba, y trae la casa patas arriba; quié que vayan a misa, que recen más que un ciego; en fin, que no le puén aguantar... ni yo tampoco. ¿Por qué? Hasta conmigo se ha metío el muy lioso.
Y yo no estoy para oír sermones ni aguantar pullas ni traducir reticencias.... ¡Hasta Teresa anda en ello! ¡Dos veces a palacio!... ¡El niño perdido.... Esto es insufrible!...». El reloj de la catedral dio la hora con golpes lentos; primero, cuatro agudos, después otros graves, roncos, vibrantes.
Y habiendo sido tan ricos, Gabriel, hoy nos vemos en la miseria, y yo, hijo mío, un sacerdote del Señor, tengo que ir de un lado a otro con estas papeletas para que vivamos todos, como si fuese un revendedor de entradas de toros, como si la casa de Dios fuera un teatro, teniendo que aguantar a extranjeros herejes que entran sin santiguarse, mirándolo todo con gemelos. ¡Y yo debo sonreírles, porque pagan y nos proporcionan los postres para el triste cocido! ¡Ca...rape! ¡Jesús me valga!
¡Pero niña! ¿has tomado en serio la broma? exclamó sonriendo con afectada alegría. ¿Tú no sabes que estamos amarraditos y sentenciados á cadena perpetua? ¡Quita! ¡quita! exclamó la joven poniéndole la mano en el pecho para rechazarlo. Sólo sé que me duele el alma de aguantar tus necedades y que no las aguanto más tiempo.
¿Pero qué sabe usted si consentía? No sabía nada. Y si ahora desafía al otro, será que descubrió algo.... O que se ha cansado de aguantar... O no habrá tal desafío. Toda la tarde se habló allí de lo mismo. Al obscurecer llegó Ronzal. Nadie se atrevió a interrogarle al principio.
Esto de aguantar la mecha, no le sabía a mieles, sin duda, al alicaído corredor; pensaba que si don Bernardino había venido a la Bolsa, era porque ni estaba quebrado, ni temía hacer frente a los díceres malévolos del vulgo, y si esto era así, como parecía, felizmente, no sería él tan simple de no largarle lo que tenía en la punta de la lengua. Y así lo hizo, sin ceremonia.
Allí estaba la Comadreja, a quien no era posible aguantar de puro satisfecha y vana, porque tenía en Marineda al capitán de la Bella Luisa, y si él no había querido convidarse a merendar «por el aquel del bien parecer», contaba con que la acompañaría al final de la función.
Palabra del Dia
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