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Actualizado: 8 de julio de 2025
Acerca de estas tierras de Magallanes, ha puesto Su Magestad especial empeño; pues habrá poco mas de cuarenta años, que envio una mision entera para estas tierras, y en ella venian padres escogidos, de tierras frias, para que mejor pudiesen aguantar los frios de hácia el Estrecho.
En tocando á este punto le daban arrebatos de santa cólera, y entonces no se la podía aguantar. Pero de repente la insoportable beata se volvió del revés; el fondo de su carácter era una volubilidad extremada. Acompañábala algún militar joven ó algún abate verde.
No obstante, como veía claro que Miguel no aprobaba su conducta y su propia conciencia tampoco, se esforzó en demostrar que Adolfo era un muchacho aturdido, pero de un fondo excelente; que Maximina era muy susceptible, que no sabía aguantar una broma y tratar a su primo como lo que era... un niño. Por último, allá se fue con él acariciándole y prometiéndole varias cosas para que se calmase.
Como quiera que ello sea, yo no me atrevo aún a decirle que no me da la gana de ir al redil y que fuera de él, y sin pastora ni nada, ya cuidaré que no me coma el lobo. Lo mejor, por lo pronto, es callarme y aguantar sus majaderías.
Reynoso seguía en contemplación extática del reloj. Yo les diría ahora: ¡no conocen ustedes a mi mujer...! ¡no la conocen! Elena, cada vez más desconfiada, volvió a levantar los ojos. Esta vez chocaron con los de su marido. Este no pudo aguantar más y soltó una estrepitosa carcajada.
Y se exponía, además, a que don Paco no quisiese aguantar la lección, prescindiese de todos los favores que le debía y le buscase camorra. Don Andrés no se arredraba ante la previsión de un duelo.
Todo esto, sin darse ella mucha cuenta de lo que hacía, me lo quería hacer pagar, considerándome en extremo culpado. Lo que yo tuve que aguantar no tiene nombre. Créame V., P. Jacinto, en el pecado llevé la penitencia. Así es que me harté de amores serios para años, y me dediqué desde entonces á los ligeros. ¿Para qué atormentarse en un asunto que debe ser todo de amenidad, regocijo y alegría?
Lo que hay es que yo contaba con mi parte de la garantía, para hacer frente a mis compromisos de fin de mes... ¿Qué hacerle, amigo Rocchio? Aguantar la mecha, como todos.
Acostumbrado Perícles a la rapidez de la narración de Herodoto, no podría aguantar ni al grande historiador Macaulay, el cual, si hubiera continuado su historia de Inglaterra hasta nuestros días, hubiera tenido que dar a la estampa centenares de volúmenes de la edición Tauchnitz, y hubiera sido menester, hasta para un lector inteligente y asiduo, el empleo de algunos años de vida sólo para leer a Macaulay y enterarse a medias de lo que dice.
Y allí estaba él, plantado en el balcón, paciente y resignado, como si su destino fuese aguantar desdenes de aquella a quien había maldecido e insultado en toda clase de metros. Para ocultar su despecho, fingía contemplar atentamente el risueño panorama con sus ojos turbios. Poco le faltaba para llorar, y queriendo ocultar su emoción, murmuraba con expresión pedantesca: ¡Qué espectáculo!
Palabra del Dia
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