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Actualizado: 11 de junio de 2025
A pesar de la actitud severa de las dos damas y de su tío, Lázaro experimentó cierto descanso moral en aquella casa. Advirtió á Clara silenciosa y apartada: no alzaba los ojos, no decía palabra. Lázaro, siempre que miraba hacia aquel sitio, encontraba los ojos negros de la devota fijos en él con tenaz atención.
D.ª Rafaela lo advirtió bien, y adoptando un semblante enteramente picaresco, le dijo bajando aún más la voz: Ya sé, ya sé, querida, que usted y él... ¡vamos!... Apriete, hijita, apriete, y que no se escape, que bien merece la pena... Al que no puedo ver ni en pintura es a aquel otro que se come los periódicos, aquel de las barbas y las gafas... ¡Ah, sí, Moreno!...
Aunque con dificultad, reconoció a Pachín y al hombre de la noche pasada, que esta vez advirtió bien que era el Duque. Las dos sombras desaparecieron al instante entre los árboles cercanos a la casa. Quedó petrificada. Una ola de indignación, que se formó en su pecho, subió a los labios y exclamó: ¡Qué infame! ¡qué infame!
Pero llegó un momento en que advirtió claramente que Soledad tenía celos de ella, y se propuso provocar lo más pronto posible una explicación. Una tarde llegó sola á la tienda. Soledad la recibió con marcada frialdad.
Tenía razón don Víctor advirtió el barón ¿por qué no habían de haber ido los criados? Además dijo el gobernador eso parece una lección a todos nosotros, especialmente a usted que tiene por allá a su hija.... El trueno que estalló en aquel instante se le antojó a Ripamilán que había metido cien rayos en la casa. El miedo ya era general.
El, que advirtió su emoción, se apresuró a ofrecerle todos los datos necesarios para confirmar la sospecha. Le expuso en un cuadro completo la situación económica de Osorio, insistiendo en lo raro de que sus acreedores aguardaran si no contasen con alguna esperanza positiva, que no podía ser más que la muerte de ella. Entonces aquella infeliz mujer tuvo una frase sublime.
Hágame usted el obsequio de abrirle la dijo , porque yo no tengo más que una mano desocupada... Esta es la tapa de arriba... Así... Yo le diré en qué hojas están esos dibujos. Es que pienso verlos todos le advirtió Nieves abriendo el álbum como Leto quería.
Arturo había estado muy cómico, dando un énfasis chusco a sus expresiones y acompañándolas con el debido manoteo. Pero Rosita volvió en sí, advirtió cuán airado estaba el Conde y, aunque tarde, impuso silencio al poeta. Cuando los hombres salieron juntos de la tertulia y se dieron en la calle, ya el Conde no acertó a refrenar su enojo.
Sin duda Ramón estaba en casa aún. Miró el reloj. No eran más que las dos y media. Dirigióse a paso largo hacia la casa de su suegro, en la Rúa Nueva, mas cuando hubo dado unos pasos, advirtió que iba sin sombrero y de frac. Volvióse al Liceo. Al primer criado con quien tropezó en la escalera, le pidió que le bajase el sombrero y el abrigo. Cuando llegó a casa, Ramón estaba enganchando ya.
Principiada la misa, Beatriz advirtió que Gonzalo de San Vicente, vestido como dijera la dueña, se arrodillaba sobre el guante, hacia la nave opuesta, observándola de hito en hito al santiguarse. Ella correspondió con tierna mirada, y, bajando luego la cabeza, suspiró profundamente volviendo los ojos al libro.
Palabra del Dia
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