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La tempestad ya estaba lejos... los árboles continuaban chorreando el agua de las nubes, pero el cielo empezaba a llenarse de azul. Por decir algo, don Víctor dijo: Verá usted como esto repite a la noche.... Por allá abajo viene otro mal semblante... mire usted por entre aquellas ramas.... Vamos a bajar antes que vuelva el agua advirtió De Pas, que hubiera querido estar cinco estados bajo tierra.

Durante la marcha tuvo vehementes indicios de la infidelidad del cacique Pacoricona que le seguia, á quien hizo prender y conducir asegurado, y despues de haber hecho alto en las cercanias de Chingora, advirtió que por la cumbre de las montañas se descubrian los indios divididos en dos trozos, y que el uno marchaba hacia las Balzas de Juliaca; de que infirió intentaban apoderarse de ellas para cortarle la retirada.

Por su parte, Oliverio no se dio más que muy a medias, ya sea porque la envoltura del hombre le pareció chocante, ya fuese porque advirtió en él, por dentro, la resistencia de una voluntad tan bien templada como la suya, pero formada de metal más puro. Había adivinado a su amigo de usted me dijo Agustín, en el orden físico y en el moral. Es seductor.

Mas advirtió muy breve que la señora, que al principio le habia pedido amorosamente nuevas de su marido, al fin de la comida hablaba mas amorosamente á un mago mozo. Luego vió que un magistrado delante de su propia muger hacia mil halagos á una viuda, la qual estrechaba con una mano el cuello del magistrado, y daba la otra á un mozo muy lindo y modesto.

Y durante toda la velada permaneció sentado en su choza despojada de su tesoro, no preocupándose de cerrar los postigos ni la puerta, oprimiéndose la cabeza entre las manos y gimiendo, hasta que lo tomó el frío y le advirtió que su fuego no era más que una ceniza gris.

El joyero lo advirtió perfectamente, pero no le dijo nada porque le conocía. Lo que hizo fué enviar la cuenta de las alhajas robadas a la Amparo. Esta se apresuró a pagarlas y vino en persona a rogarle que no divulgase el hecho. Pronto se persuadió el público de que, a pesar de los pareceres encontrados de los médicos, la locura del duque era evidente.

La severa doña Mencía advirtió entretanto que atormentaba a veces su alma cierto arrepentimiento de haber empleado con el rapaz severidad sobrada. Allá a sus solas pensaba en él casi de continuo, y se complacía en saber lo mucho que su reprimenda había valido, y cuán juiciosamente se conducía el mozo.

Sin embargo, sintió un fuerte estremecimiento al escuchar muy cerca de su oído estas palabras: ¡Qué hermosa te has puesto, Fernanda! Se hallaba tan distraída que no advirtió que el conde se había sentado a su lado. Involuntariamente se llevó la mano al sitio del corazón. Repuesta inmediatamente, sonrió diciendo: ¿Te parece? ... Y yo qué viejo, ¿verdad?

Cristina le acompañaba incitándole a tomar alimento con las mil zalamerías que usan, para estos casos, las mujeres cariñosas. De este modo Fernando se engañaba a mismo algunas veces, creyendo que comía con gana. El 27 el Rey quiso levantarse de la cama; pero advirtió que sus extremidades no le obedecían. Estaba débil, tan débil que no se podía mover.

D. Pedro cuenta tambien que se vió confusísimo en su corta edad de 15 años, y que por fin se determinó á decir al arzobispo que la aderezase, pero apenas tomó la corona le advirtió que no se la aderezase, pues él se la arreglaria. La coronacion era una festividad que atraia un numeroso concurso, pues con este motivo se celebraban cortes.